De Nueva York, pasando por Madrid, llegamos a Asís para contemplar la que quizá sea la gran obra del maestro florentino
En una entrega anterior, seguimos la pista del maestro Di Bondone desde el Museo Metropolitano de Nueva York, a través del Museo Del Prado en Madrid, a la que podríamos quizá clasificar como su obra más ambiciosa, después de la Capilla Scrovegni de Padua: la Basílica Papal de San Francisco de Asís, en el pueblo en el que el santo nació y murió.
Declarada como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000, la Basílica de San Francisco (y el Sacro Convento, que forma parte del conjunto original) se comenzó a erigir en el año 1228, siguiendo el diseño del maestro Jacopo Tedesco, en la ladera de una colina, y comprende un conjunto de dos iglesias conocidas como la Iglesia Superior y la Iglesia Inferior, y una cripta en la que reposan los restos del Poverello de Asís.
Si bien el interior de la llamada Iglesia Superior es un ejemplo excepcional del gótico italiano, lo que más impresiona visualmente a quien visita estos templos es la imponente colección de frescos que decoran sus paredes.
Numerosas obras de maestros del medioevo tardío y del temprano renacimiento de las escuelas Toscana y Romana conviven en las bóvedas y muros de este conjunto: Cimabue, Simone Martini, Pietro Lorenzetti, Pietro Cavallini y, desde luego, Giotto Di Bondone.
¿Giotto o Cimabue?
Según algunos historiadores, Giotto acompañó a Cimabue a Asís. Habría sido a Cimabue a quien se le encargó originalmente el trabajo de los frescos decorativos de la Basílica correspondientes al llamado Ciclo de San Francisco, un recorrido gráfico por la vida del santo.
La atribución de la autoría de este ciclo ha sido una de las más disputadas de la historia del arte occidental. Los documentos que cerrarían la discusión, y que estaban celosamente guardados en los archivos del convento adjunto, fueron destruidos por las tropas napoleónicas, que durante años utilizaron el templo como establo, oscureciendo la labor de los historiadores de arte.
La fama de Giotto, que prácticamente eclipsó la de todos sus contemporáneos, ha sido la causa de que se atribuyese espontáneamente la mayoría de las piezas que se sabe no son de Cimabue en el Ciclo de San Francisco.
A esto se suma el hecho de que una fuente biográfica temprana, los textos de Riccobaldo Ferrarese, apuntan que Giotto era prácticamente el pintor oficial de la Orden Franciscana en Asís, Rímini y Padua, entre otras localidades.
Sin documentos que certifiquen la autoría de los frescos del Ciclo de San Francisco, los historiadores de arte han decidido comparar esta serie con la que se sabe es la obra cumbre de Giotto: sus frescos en la llamada Capilla de la Arena. La diferencia estilística entre unos y otros, afirman, no puede atribuirse simplemente a la evolución del artista, y prácticamente se ha descartado que sea Giotto el autor de los frescos de Asís.