El único “pero” de la cinta de animación es que aspira a ser cine “para toda la familia”, pero se queda en “infantil”Damos por sentado que el “cine infantil” es lo mismo que el “cine para toda la familia”. Tal vez porque suponemos que tanto uno como otro puede verlo cualquier individuo que pase en ese momento frente al televisor, independientemente de su edad. Sin embargo, existe una sutil diferencia. El “cine infantil” comprende películas concebidas y pensadas para un público muy específico, hasta el punto de que si uno no es “infantil”, probablemente se aburra más que un borrego. Por otro lado, el cine “para toda la familia” es aquel que puede ser disfrutado y que puede entretener a un amplio abanico de edades, desde los más jóvenes a los más adultos.
En realidad hacer lo primero es relativamente fácil. Si uno sólo tiene en la cabeza a niños de siete años para abajo sabe a lo que atenerse, y el abanico de opciones en realidad es bastante escueto. Otra cosa es el que, haciendo una película “para toda la familia”, tiene que tener en mente que con su producto debería entretener a los niños, padres y abuelos. Sin duda, compleja tarea.
El cine de animación, que habitualmente se estrena a gran escala, es un cine para toda la familia. Para mercados más restringidos –y menos costosos- se quedan películas pensadas únicamente para los más pequeños, como es el caso de las películas de Campanilla o Winnie the Pooh. Estos personajes estrenan casi todos los años pero, en general, no nos enteramos porque están destinados al uso doméstico, no a las grandes salas comerciales.
Para esto último está Toy Story, Monstruos S.A., Gru. Mil villano favorito o la película que hoy nos ocupa, Kung Fu Panda 3. Mejores o peores, todos son largometrajes pensados para interesar a “toda la familia”.
En este sentido, la última aventura del simpático oso peleón no defraudará a nadie. El film es visualmente espectacular, tiene chistes para casi todos los estados vitales sin decir una palabra más alta que otra y sin meterse en cuestiones ni remotamente escabrosas. Además, para la ocasión Kung Fu Panda 3 se atreve con el mundo espiritual como si de un videojuego se tratase, de modo que nada es demasiado complejo ni abstracto aunque eso sí, el mensaje está ahí.
Los adultos pueden estar tranquilos si dejan a sus hijos solos viendo Kung Fu Panda 3. Lo peor que puede pasar es que el niño pida unos luchacos, lo cual ya es decisión de cada uno qué hacer al respecto. Al final, lo que queda es una historia de lealtad y amistad, pero también de fe, esperanza y familia. Precioso.
El único problema es que, aun presuponiendo que Kung Fu Panda 3 es una película “para toda la familia”, en realidad funciona mucho mejor como “cine infantil”. Es muy probable que más de un adulto se aburra como una castaña con esta película. Kung Fu Panda 3 se aguanta con tolerable entereza hasta la mitad, cuando la película se enfanga y empieza a desinflarse. A partir de este momento puede que los más pequeños disfruten con el oso y sus amigos haciendo el animal en mitad de la montaña pero para los adultos hace tiempo que el guion perdió su objetivo.
Al final, con la idea que uno sale del cine es la de haber echado el rato aunque eso sí, sospechando que podría haber invertido su tiempo en algo mucho mejor.