38 grados, una manera de llenar de vida el “último vuelo”38 grados es la temperatura necesaria para que todos los músculos de las alas permitan a una mariposa volar. Es un momento en el que todo encaja y en el que la “frágil” mariposa puede ponerse en vuelo, puede iniciar el vuelo con total serenidad.
Por eso, 38 grados y una mariposa azul simbolizan la idea de cinco mujeres que quisieron poner en práctica su fuerte vocación de ayudar a las personas y a sus familias en el difícil momento de la despedida, la muerte, el último vuelo.
Diversas experiencias de cercanía con la muerte “transformaron nuestra manera de entender la vida y alimentaron una ilusión compartida: aliviar el sufrimiento de las personas al final de la vida”, explican en su página web.
Ellas se ofrecen para realizar “grados”, o lo que es lo mismo, resolver los temas pendientes de los enfermos y, de esta manera, darles “calor” para que puedan iniciar su “vuelo” con más serenidad, que puedan lograr los 38 grados.
Un desfile de moda en un hospital
En Fin de Semana COPE explicaron algunas de sus experiencias, como por ejemplo con Dori, de 69 años, modista de toda la vida con un sueño frustrado: asistir a un desfile de moda.
Este anhelo se ve caduco ante su enfermedad terminal. Un tumor cerebral la mantiene tumbada en la cama del centro sanitario San Camilo de Tres Cantos.
Su hijo, Óscar, había conseguido hacerse con dos entradas para la Pasarela Cibeles pero su estado se agravó y su sueño volvió a frustrarse. Óscar se puso en contacto con la Fundación 38 grados y se pusieron manos a la obra: Todo un desfile de moda entre las camas del centro. Dori, aún postrada en la cama, es más feliz. Ha cumplido su sueño.
Oscar, el hijo de Dori, dice que fue “algo mágico”. “Yo hacía muchísimos años que no veía esa cara. Estas ángeles hicieron magia”. Oscar agradece a todos los que colaboraron: modelos, maquilladores, diseñadores…
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Entre los deseos que han cumplido cuentan cómo les han pedido ver a un familiar querido, hacer un pase de modelos o traer a alguien de fuera que quería despedirse.
“El último que hicimos fue traer a un padre para despedirse de una hija. Al día siguiente murió”, explican Araceli Herrero Segovia y María Martínez-Mena, dos de las fundadoras: “Al final de la vida se pueden hacer muchas cosas. Hay vida y mucho por hacer”.