Un musulmán explica cómo se vive en una cárcel de “Estado Islámico”, en la que pasó 7 meses hasta que escapóKhalifa al-Khoder, un sirio musulmán de 21 años, vivía de forma intermitente en la ciudad de Alepo.
Se trata de un estilo de vida arriesgado que eligieron muchos habitantes de la ciudad, decididos a no abandonar sus viviendas, pero que tuvieron que huir cuando la tensión se volvió demasiado intensa.
A este respecto, Catherine Ward, fotógrafa cristiana, revela a Aleteia: “Sigo esperando que termine esta locura, pero cuando mis padres oigan hablar de un ataque, harán todo lo posible para devolverme a Damasco”.
Alepo sufre regularmente de cortes de agua y electricidad y es actualmente objeto de una amplia ofensiva del Ejército Árabe Sirio, que está tratando de cortar la ruta de abastecimiento de los rebeldes que pasa por Turquía.
Bloqueada entre zonas “leales” y “rebeldes”, sometida a incesantes bombardeos, la antigua capital económica de Siria ahora no es más que un campo de ruinas.
“Han pintado las paredes de negro”
Khalifa al-Khoder, natural de Raqqa, vive una situación peor que la de Catherine Ward: su ciudad natal se ha convertido en la capital siria del autodenominado Estado Islámico (Daesh en árabe), así que va y viene de una ciudad a la otra.
Según declaró al periódico L’Orient Le Jour, “cada vez que iba y venía, iba notando las radicales transformaciones de la autoproclamada capital de Daesh: las paredes estaban pintadas de negro, el número de extranjeros que viven allí aumenta cada vez más…”.
Fue detenido durante uno de sus viajes y sometido a un duro interrogatorio en una prisión regida por unas normas tan siniestras como absurdas: “La oración era obligatoria, la alternativa era la tortura”, recuerda el antiguo recluso.
“Las comidas se sirven dos veces al día. Cada 40 días, nos daban una maquinilla de afeitar que debía servir para cinco personas”, continúa Khalifa.
“Si alguien se afeitaba la barba completamente, era llevado a la sala de torturas, porque sólo debíamos afeitarnos el bigote, las axilas y entre las piernas”.
“¡¿Es que les lames las botas a los cristianos?!”
Khalifa comenzó a hacer dibujos en su celda, incluyendo uno de María que él consideraba un mensaje de paz.
Pero los yihadistas quedaron horrorizados cuando descubrieron el dibujo: “¡¿Es que les lames las botas a los Nasrani (cristianos)?!”, le preguntaron.
Bajo tortura, el joven confesó haber realizado el dibujo y también otro “crimen” imaginario: haber fotografiado a los soldados del Ejército Libre Sirio.
Es condenado a muerte y luego indultado por Abou Bakr al-Baghdadi, el autoproclamado califa de Daesh.
Aún bajo detención, descubre que un prisionero que fue “indultado” fue ejecutado de todas formas, así que decide darse a la fuga, con éxito. Ahora sueña con convertirse en periodista y escribir su propia historia.