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¿Sabes que lo imposible se puede lograr?

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 24/02/16
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Sal, levanta la mirada [protected-iframe id=”c85bcd087212a4cac0e251495f4fb8ea-95521297-93005289″ info=”https://www.youtube.com/embed/7zbwVIIWE00″ width=”420″ height=”315″ frameborder=”0″ allowfullscreen=””]

En la canción Color esperanza de Diego Torres dice el autor: Sé que lo imposible se puede lograr. Que la tristeza algún día se irá. Sentirás que el alma vuela. Saber que se puede, querer que se pueda. Quitarse los miedos, sacarlos afuera. Pintarse la cara color esperanza. Entrar al futuro con el corazón. Vale más poder brillar, que sólo buscar ver el sol.

A veces nos desanimamos y perdemos la mirada de Dios. Nos pide que salgamos fuera, que creamos que lo imposible se puede lograr. Y para eso tiene que tirar de nosotros y sacarnos fuera.

Pienso en lo que Jesús hace con los discípulos. Los saca de sus preocupaciones, de sus miedos. Miran el cielo. Dejan de mirar la tierra con sus agobios.

En la vida muchas veces es así. Cuando me quedo encerrado en las cuatro paredes de mis miedos pierdo el centro. Temo la cruz. Me agobio con la pérdida. Dejo de mirar la vida en su belleza. Ya no sueño. Creo en lo posible, no en lo imposible.

¿Se pueden contar las estrellas? ¿Tiene sentido contar las estrellas? Una canción dice: ¿Quieres saber cuánto te quiero? Cuenta las estrellas del cielo.

Dios se lo dice a Abrahán. Jesús se lo dice a sus discípulos a los que tanto quería. Que cuenten las estrellas que no se pueden contar. Que miren el cielo desde lo alto de un monte. Que toquen esa luz que hace verlo todo de forma diferente.

Necesitamos que alguien nos saque de nuestro lugar, de nuestra comodidad y nos invite a alzar la mirada. Necesitamos que alguien nos recuerde cuánto nos ama Dios.

Una persona me decía que una frase le daba vida: Me han dicho, Jesús, que me amas. Me gustó. Es cierto, a veces me cuesta salir y mirar el cielo. Me cuesta creer que Jesús me ama. Sigo enfrascado en mis preocupaciones del momento. Mi mundo pequeño es inmenso y agobiante. Mis problemas pequeños son gigantes.

Pero si soy capaz de mirar alto todo cambia. Toco ese amor de Dios. Es verdad, me ama. Tomo altura sobre mí mismo. Soy capaz de vencer el miedo a dejar mi seguridad, mi comodidad, mi mediocridad.

A vuelo de pájaro la vida tiene otro color, otras formas. Color esperanza. Quizás se cubre de una tonalidad infinita. Importan menos los problemas pequeños. Lo temporal influye de forma diferente.

En términos eternos mi vida es demasiado pequeña. Lo que pienso. Lo que hago. Lo que sueño. Me gusta pensar que somos ciudadanos del cielo.

Me da paz mirar al cielo caminando en la tierra. Elevarme sobre mi camino para estar más cerca de Dios. ¿Qué me quita la paz, que nubla el horizonte de mi vida?

No sueño. No anhelo. No espero. No creo en lo imposible. Pero Él me invita a salir de todo lo que me esclaviza y ocupa mi tiempo.

Quiero salir fuera de mi tienda. Quiero subir al monte que se alza ante mis ojos. Quiero tener el valor de ponerme en camino fuera de mí.

La Cuaresma me invita al monte. Desde allí se ven mejor las estrellas.

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