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CINE CLÁSICO: Están vivos, o qué miedo da el capitalismo

Ramón Monedero - publicado el 21/02/16

Una simpática cinta de ciencia ficción en donde la sociedad vive esclava de una raza alienígena que controla el capitalismo. Pura serie B y puro John Carpenter

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Antes de que estallara la crisis económica, la misma que disecciona el excelente film de Adam McKay, La gran apuesta, hubo algunos que ya intuían que algo siniestro se escondía en nuestro acomodado sistema de vida. John Carpenter, director periférico donde los haya y un defensor a ultranza de las causas perdidas y también, de los personajes perdidos, confeccionó un largometraje a finales de los 80 que ya nos advertía de lo peligrosa que era nuestra sociedad. La película se titulaba Están vivos (1988) y, como casi todo lo que ha hecho Carpenter, se convirtió casi en el acto en un film de culto para los amantes del fantástico.

Están vivos nos cuenta la historia de Nada (Roddy Piper), un desahuciado de la sociedad que deambula por la ciudad de Los Ángeles cuando un día se topa con unas gafas de sol. Sin nada mejor que ponerse en los días especialmente luminosos se las coloca. Inmediatamente observa que a través de las lentes contempla el mundo en blanco y negro. Extraño, aunque poca cosa al lado de lo que viene después.

Conforme Nada va caminando por la calle va descubriendo como en los carteles publicitarios e incluso en los billetes de dinero hay escritas frases imperativas del tipo: “obedeced”, “yo soy vuestro dios” y hasta “reproducíos”. Es como si Nada pudiera ver a través de las gafas la realidad tal cual es. Pero esto no es lo único. Con esas gafas Nada también puede ver cómo son en realidad algunas de las personas con las que nos cruzamos en la calle o salen en televisión: rostros cadavéricos que parecen metálicos, en realidad, extraterrestres.

No se le puede negar a Están vivos que no tenga un punto de partida inquietante y, sobre todo, una propuesta que se presta a infinidad de lecturas. Hay, eso sí, que pasar por el aro. No hay que hacerse demasiadas preguntas ni cuestionarse hasta qué punto es verosímil lo que estamos viendo porque entonces el truco no funciona. Están vivos es un largometraje de bajo presupuesto pensado para los amantes del género que no buscan demasiadas explicaciones, sino una historia con acción, bichos, efectos especiales y un buen discurso moral en el fondo.

Lo que nos plantea Carpenter en Están vivos es que vivimos atrapados en un mecanismo de obediencia a la publicidad y de pleitesía al dinero del que no podemos salir. En realidad, lo que propone Carpenter es una buena metáfora para invitarnos a mirar la sociedad en la que vivimos de otro modo. Así, tal vez, descubriríamos que en muchos casos somos esclavos del sistema aunque no tengan que estar necesariamente implicados aliens venidos de otro planeta, eso es de la cosecha personal de Carpenter.

Por lo demás, Están vivos, aunque haya ido ganando con el tiempo y se haya convertido en una rareza digna de su tiempo, el film sigue siendo una película demasiado hermética para cualquiera que se acerque con curiosas a ver de qué trata. Sus condicionantes a veces pesan demasiado: actores de segunda, efectos especiales de tercera y un presupuesto de cuarta puede resultar demasiado para según qué tipo de público.

Por esta razón, Están vivos es una película para los amantes del género y más aún, para los amantes del cine de Carpenter. Como en todas sus películas, el director, del lado de los desheredados de la sociedad, confía su historia a Nada (curioso nombre), un personaje que muchos situarían en los desechos de la sociedad que termina aliándose con los pobres del lugar para luchar contra el inexpugnable y alienígena sistema capitalista. Pura serie B y puro John Carpenter.

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