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¿El mundo está realmente abandonando la religión?

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Tom Hoopes - publicado el 16/02/16
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En su más reciente libro, “El triunfo de la fe”, Rodney Stark responde a la pregunta

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Los estudiantes universitarios están retomando sus rutinas académicas. La vida en la universidad en general constituye un momento de profundos cuestionamientos para estos jóvenes, que ven desafiadas sus convicciones y perspectivas del mundo.

Como profesor, he sido testigo, año tras año, del drama interior que enfrentan mis alumnos en su búsqueda por nuevas respuestas.

Fue de gran valor, en el sentido de iluminar mis puntos de vista sobre la cuestión, la lectura del nuevo libro del profesor Rodney Stark, titulado The Triumph of Faith: Why the World Is More Religious than Ever (“El triunfo de la fe: por qué el mundo de hoy es más religioso que nunca”, traducción libre).

En muchas escuelas, tales cuestionamientos tienden a producir un movimiento en dirección a la secularización. En el Benedictine College, sin embargo, institución donde imparto la disciplina “Cristianismo y Medios de Comunicación de Masa”, me parece que existe el movimiento inverso a la tendencia habitual.

A lo largo de los años, el curso ha recibido diversos ajustes, hasta adquirir las características de una especie de “análisis SWOT” (fuerzas, debilidades, oportunidades y amenazas) la capacidad de los católicos de comunicarse con el mundo.

Generalmente comienzo abordando las “fuerzas”, y ahí es donde las concepciones de los estudiantes se ven más desafiadas.

Muchos de ellos tienen en mente la impresión de que el occidental camina a pasos agigantados en dirección a una plena secularización, un abandono definitivo de todo tipo de “fe ciega”.

A lo largo del curso, sin embargo, analizamos textos como God is Back, de los editores del The Economist, y The Last Christendom, de Philip Jenkins; trabajos que presentan fuertes evidencias de que, al contrario, el fenómeno religioso ha ganado fuerza en la historia reciente en todo el mundo.

Para Stark –que, a este propósito, es colega de Jenkins en Baylor– esta creencia en un “secularismo triunfal” representa la gran “fe ciega” de nuestros tiempos.

Al cuestionar las conclusiones de una investigación recientemente publicada por el Pew Research Center sobre la religiosidad norteamericana, subraya que gran parte de los entrevistados que respondieron “no tener religión”, afirmaba todavía tener el hábito de rezar, como también “creer en los ángeles”.

Tal vez los diagnósticos sociológicos que proclaman el abandono de la religión están equivocados.

Al analizar la larga historia de este fenómeno cultural que él llama de “culto a la secularización”, cita pensadores que ya anunciaban la “caída de la religión” siglos atrás.

Y, sin embargo, como muestran los datos analizados por Stark – fruto de investigaciones que involucran un total de más de un millón de personas de 163 países diferentes – la situación de la religión en el mundo parece muy diferente:

  • El 81% de los entrevistados afirmó estar afiliado a algún tipo de institución religiosa organizada;
  • El 74% afirma que la religión es un elemento importante de su vida cotidiana;
  • Sólo en algunos países el porcentaje de personas que dicen ser ateos alcanza alrededor del 5%; solamente en China, Vietnam y Corea del Sur estos números superan el 20%.

El libro, está claro, tiene también sus debilidades. El uso tal vez excesivo de exclamaciones en sus argumentaciones da, a veces, aires sensacionalistas al texto.

Pero, no nos dejemos engañar: Stark es un académico serio, y sus conclusiones están fundamentadas en datos de primera calidad y en un primoroso análisis conceptual.

Demuestra con números algo que yo, intuitivamente, ya sospechaba: la noción de que el catolicismo esté en declive es, al menos en parte, falsa.

Esa idea parece tener origen en un sentimiento saudosista, por parte de los católicos, relativo a un pasado idealizado –una supuesta “edad de oro” del catolicismo– que, en verdad, no tiene fundamentos históricos.

Sus datos muestran que alrededor de un tercio de los norteamericanos va a la iglesia semanalmente, número que se ha mantenido aproximadamente estable a lo largo de los últimos 40 años.

En verdad, se observa una discreta tendencia en aumento, con un máximo registrado en el año 2010.

Él también analiza la aparente tendencia en aumento del número de personas que se declaran “sin religión”: se trata más de un cambio en la forma como las personas describen sus propios hábitos religiosos, que de un declive real de la religiosidad popular.

Stark también pondera las implicaciones de las bajas tasas de adhesión observadas en las investigaciones sociológicas que investigan el fenómeno religioso.

En el estudio publicado por el Pew Center en 2012, por ejemplo, sólo 9 por ciento del total de entrevistados completó los cuestionarios.

“Cuando comencé mi carrera de sociólogo, en la Universidad de California, una investigación que hablara de recolectar información de al menos 85% de la muestra planeada sería descartada como no confiable”, recuerda.

¿Cuál es la razón de que las investigaciones respecto a la religión tengan tan baja adhesión? No sabemos. Pero, al analizar los datos, queda evidente que el grupo de personas que mejor coopera con las investigaciones, respondiendo a los cuestionarios, corresponde al de las personas de menor poder adquisitivo y de menor escolaridad.

Y –al contrario de lo que se podría esperar– estas personas son también aquellas que mantienen menos vínculos con las instituciones religiosas.

Al ofrecer un panorama preciso del fenómeno religioso por el mundo –incluyendo de países y regiones como Japón, China y Oriente Medio– el trabajo de Stark posibilita deconstruir los muchos clichés que se han multiplicado sobre el tema.

Rechaza tesis como la de que la religiosidad estaría asociada a las parcelas menos instruidas de la población, mostrando que, en verdad, practicantes de religiones tradicionales como el catolicismo, el islam, el hinduismo, tienden a tener niveles medios de escolaridad superiores, cuando son comparados a los no practicantes en sus respectivas localidades.

Aclara que el supuesto declive del catolicismo en América Latina es –para alegría de los católicos– superestimado; y nos recuerda que, en estos tiempos de “abandono de la religión”, 4 de cada 5 habitantes del planeta aún es miembro de alguna institución religiosa organizada.

Invito a los lectores a juntarse a mis alumnos y prestar atención a este libro.

 

Por Tom Hoopes, profesor invitado en el Benedictine College en Atchison, Kansas.

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