Niño encantador, adolescente rebelde, joven soñador… Una guía para cuando te preguntas si de verdad es la misma persona
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Desde el nacimiento hasta la juventud, una misma persona vive su identidad de manera diferente. ¿Cuáles son los rasgos básicos de cada etapa?
MI NIÑEZ
Hace muy poco tiempo me encontraba dentro de mi madre, pero he nacido y no siento miedo; duermo, río, me alimento, hago bizcos, me la paso bien y solo lloro cuando necesito algo. Lo hago porque sé que hay alguien que me reconoce y me atiende, y eso me da confianza, tanto que después de comer me duermo. ¿Quién soy? Bueno… yo soy el que espera recibir.
Hola, ya tengo tres años, hablo un solo idioma, pero ya hablo. He descubierto mis pies y mis brazos por lo que me he lanzado a caminar, tomo objetos, rompo cosas, ya no ensucio los pañales, pero lo más emocionante es que distingo las cosas que más me gustan; me doy a entender, y aunque a veces me pongo exigente, tengo felices a mis papás, pues casi todo me lo conceden. Entonces… yo soy lo que puedo desear.
Vaya, ya llegué a los cinco años, ya se me ocurren más cosas que hacer, voy y vengo, todo me lo festejan, dicen que soy un estuche de monerías, me he dado cuenta poco a poco del mundo que me espera y puedo jugar a ser policía, bombero, pirata, o hasta a ser mi papá. Es un mundo mágico en el que…yo soy lo que me puedo imaginar que seré.
¡Caramba, estoy en los diez! Sigo jugando mucho con la imaginación, pero ya distingo más entre el juego y la realidad. He crecido y estoy un poco regordete, ¡como disfruto ser niño!, no quiero dejar de serlo, pues me tratan con amor, paciencia y uno que otro coscorrón por mis puntadas, sobre todo, cuando mis hermanas se quejan de lo gracioso y ocurrente que soy… qué hacer, ¡son niñas, con eso se dice todo! El más importante de mis descubrimientos es que me gusta hacer cosas y saber cómo se hacen, así que hago bien las tareas, mis letras, mis dibujos y me doy cuenta de que… yo soy el que puede aprender a hacer las cosas.
MI ADOLESCENCIA
Tengo trece años, y según los libros estoy en la pubertad. Las cosas no andan muy bien, no acabo de entender, hace tan poco era un feliz niño, ahora, ni niño ni adulto. Estoy creciendo aprisa, el uniforme escolar me queda chico y hay que darle a la bastilla del pantalón, en ocasiones no me queda otra que ponerme la ropa de mi hermano mayor. La verdad: no me gusta mi fachada, tengo los brazos largos y soy un narizón que anda en zancos. Antes, si mis padres no se daban cuenta, me bañaba solo los sábados; ahora, apesto a la primera y eso solo por contarles algo, no todo, que me da vergüenza. Lo más inquietante es lo de las hormonas, ustedes saben, lo enseñan en la escuela, tengo cambios físicos por dentro y por fuera que no me dejan en paz, lo que más me desconcierta es que a las niñas les empiezo a notar un no sé qué… que, ¡qué sé yo! Antes me caían mal por bobas y feas, ahora nada más por… por bobas. En fin, que ahora yo soy…el que no se entiende ni a sí mismo.
Tengo quince años, ahora soy formalmente un adolescente. Sigo de mal en peor, me ha salido bigotillo en los extremos de la boca, parezco chino mandarín, aunque no sé si a los chinos les salga mi horrible acné en sus caras o gallos cuando hablan. ¿Dónde quedó mi cara de niño? Estoy de remate, mi madre afirma que simplemente estoy un poco desgarbado. Me ve con ojos de mamá cuervo y dice sonriendo: “¡Bah! el hombre debe ser feo, fuerte y formal; aunque en lo de feo llevas delantera, ya se te pasará”. Eso no me consuela.
Empiezo a sentir que soy diferente a los demás, pero no lo manejo, así que me da por enojarme y dar el portazo después de haber pegado de gritos. Tengo malos modales y me siento inseguro, culpable, triste, me retraigo. También han bajado mis calificaciones en la escuela; no soy burro, es que no me concentro, siempre estoy distraído. Ya no me gusta tanto estar en la casa, busco amigos que estén pasando por las mismas, son mis iguales y me gusta estar más con ellos que con mi propia familia. He escuchado que los de mi edad son rebeldes, desadaptados y malandrines, como si tener esta edad fuera una enfermedad. Lo que necesito es que me tengan paciencia, pues sufro fácilmente ante la falta de amor en la familia y del afecto de mis amigos. Yo soy… el que necesita ser aceptado, comprendido, estimado, querido.
Tengo dieciocho, ¡Uf…! voy sobreviviendo. Estoy más calmado, ahora me observo y analizo a mí mismo; profundizo en mi mundo interior, así que tengo más capacidad para conocerme y comprenderme a mí mismo, lo que me ha quitado ansiedad. Mis calificaciones han mejorado, y como soy más reflexivo, empiezo a aceptar los valores por mí mismo, pero me cuesta trabajo.
¿Por qué? Porque si antes gritaba sin ton ni son, ahora dirijo mis exigencias siendo terco, obstinado, dando en todo la contra. Si me preguntan con un sí, contesto con un no; que si quiero algo, digo que no quiero, aunque me esté muriendo de ganas; ¿negro? para nada, digo blanco. Con todo, tengo un gran motivo, y es que lo que pretendo es abanderar una gran causa: ¡mi libertad!
El problema es que la entiendo como una libertad sin ataduras, sin normas, por eso hablo de componer el mundo, discutiendo y proponiendo brillantemente; pero no me da por arreglar mi propio cuarto, en el que ahora me refugio mucho tiempo, pues empiezo a tener miedo al futuro, al mundo. ¡Necesito que me enseñen, aconsejen, ayuden!
No todo son malas noticias, también busco pensar por mí mismo y me descubro capaz para los números, para expresarme; así que tengo ideas y necesito que me tomen en serio, que me dejen tomar algunas decisiones, que me den juego, que me pasen la pelota…
Ahora crezco por dentro y necesito estar conmigo mismo, ser yo, valerme por mí mismo, elegir, decidir, aprender a relacionarme, afirmar mi identidad; también que respeten mis sentimientos pues ya están en mi interior, por lo que soy capaz de afecto, alegría, amistad, amor…Yo soy lo que quiero y espero lograr.
MI JUVENTUD
Felizmente en los veinte años, y digo felizmente porque estoy en la etapa de las grandes elecciones y del proyecto de vida. Soy como el avión, que al despegar pasa por una turbulencia, para luego elevarse establemente por el cielo, hacia espacios abiertos en donde puedo descubrir:
- La fuerza y la motivación por lo que es hermoso.
- La preocupación por los demás.
- Mi capacidad de amar.
- Mi esperanza y deseo de descubrir y vivir nuevas experiencias.
- Mi deseo de descubrir de nuevo lo que antes había recibido pasivamente.
Atrás quedaron maravillosas y felices etapas de desarrollo, de crecimiento, transición; que deben vivirse plenamente para dar sano acceso a la siguiente. Ciertamente fueron etapas con características propias que les exigieron a mis padres poner en juego nuevas capacidades y virtudes con mucho amor y, gracias a ellos…Yo soy el que decido y me propongo ser.
No hay adolescencia, sino adolescentes en los que se pueden presentar crisis en diferentes grados y matices: de inadaptación, desequilibrio físico y psíquico, inseguridad, inestabilidad emocional, introversión, conductas defensivas, ansiedad, angustias, rebeldía agresiva, conflictos generacionales. Pero son crisis que generan vida.
La adolescencia no es una enfermedad, es ante todo una época de maduración y crecimiento. Adolescente es el “que está creciendo”, mientras que el adulto es el que “ya ha crecido”.
Por Orfa Astorga, orientadora familiar