Amaurys sintió un baño completo del Espíritu Santo. Se convirtió de golpe. Fue fulminante.En la parroquia celebramos un viernes al mes Una luz en la noche. Es una oración nocturna durante la cual algunos jóvenes salen a la calle a evangelizar, y mientras, en el templo se adora al Santísimo en la Custodia. Una noche entró por curiosidad Amaurys, un joven que andaba metido en muchos líos turbios, en el mundo de las discotecas. Hacía muchos años que no pisaba una iglesia. En ese momento el sacerdote imponía las manos a los que lo deseaban. Es un gesto que imita lo que Jesús hacía con los enfermos, los niños…
Sin entender mucho, Amaurys se acercó al sacerdote y sintió el impulso de recibir aquella imposición de manos. Le sentó muy bien y se quedó con mucha paz. Nunca se había sentido tan bien. Al domingo siguiente decidió repetir lo mismo, pero esta vez decidió ir a la catedral. Pensaba que allí sería mucho mejor. Preguntó que cuándo se imponían las manos allí y le aclararon que allí no se hacía eso. Salió muy desilusionado, y se dirigió a otra iglesia. Allí encontró un sacerdote y le preguntó de nuevo lo mismo. Este sacerdote se quedó perplejo por la petición. Amaurys le rogó de rodillas que le impusiera las manos. El sacerdote se quedó de piedra. Nunca lo había hecho ni nunca se lo habían pedido. Al final, se dejó vencer y le impuso las manos, con bastante vergüenza por su parte.
En ese momento, Amaurys sintió un baño completo del Espíritu Santo. Se convirtió de golpe. Fue fulminante. Pidió confesión y después comenzó la catequesis para aprender la fe. Varios meses más tarde, estando ya preparado, hizo su Primera Comunión y recibió el Sacramento de la Confirmación. Dejó su antigua vida y ahora ayuda a otros jóvenes a salir del mundo de la noche.
José Manuel Horcajo
Párroco de San Ramón Nonato. Madrid
Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega