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El Papa: Año de la Misericordia ocasión para encontrarse, olvidar cosas malas…

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© Antoine Mekary / Aleteia

Ary Waldir Ramos Díaz - Aleteia Team - publicado el 27/01/16

El Pontífice en la audiencia exhorta a los hermanos de familias divididas a que se abracen y olviden

El Papa Francisco en la audiencia general de este miércoles 27 de enero exhortó a los hermanos de familias divididas a que se vuelvan a abrazar, a encontrarse y a olvidar las cosas malas. ¡Es tiempo de misericordia!

Después de las últimas dos audiencias en el Aula Pablo VI, la cita con los peregrinos y los fieles se trasladó nuevamente a la plaza de San Pedro.

Pienso en tantos hermanos que están alejados dentro de una familia y no se hablan. Pero este año de la Misericordia es una buena ocasión para encontrarse, abrazarse, olvidar las cosas malas…”, dijo el Papa.

Los peregrinos recibieron calurosamente como siempre al Papa en un clima romano frío y medio soleado.

Artistas actúan para el Papa 

Una jornada alegre en la plaza de San Pedro. El Papa también aplaudió a los artistas del circo y operadores del ANTAS, asociación dedicada a la clownterapia, comprometidos en llevar consuelo a los enfermos, especialmente niños, en los hospitales a través de una sonrisa.

Tras un espectáculo circense y de música, el Pontífice agradeció uno a uno a los artistas. “Ustedes son autores de belleza, y la belleza hace bien al alma y nos acerca a Dios, pero detrás de este espectáculo de belleza ¡cuántas horas de trabajo hay, adelante así!, expresó.

El Pontífice continuó sus catequesis sobre la misericordia de Dios en el relato del libro del Éxodo, una misericordia, dijo, que “ha estado siempre presente en toda la historia del Pueblo de Israel”, al que salvó de la esclavitud.

Por esto, la misericordia de Dios “no es indiferente al dolor del oprimido, al grito de quien sufre violencia, esclavitud, o es condenado a muerte”, constató.

Sucesivamente, explicó que el sufrimiento es una triste realidad que “aflige a toda época, también a la nuestra. Nos hace sentir impotentes y tentados a endurecer el corazón. Dios, en cambio, “no es indiferente”, no abandona, sino que actúa y salva”.

Así, Dios “también a nosotros nos ofrece las maravillas de su misericordia, que llega a su pleno cumplimiento en Jesucristo”.

“Y también nosotros en este Año de la Misericordia podemos trabajar para ser mediadores de misericordia, aplicar las obras de misericordia para estar cerca, para dar alivio, unidad. Muchas cosas se puede hacer…”, instó.

Misericordia en Oriente Medio e Irak

Al inicio de la audiencia, se alzaron entre la multitud banderas de todo el mundo, madres extendiendo sus brazos con sus niños para recibir una bendición, y otros más botaron cartas sobre el papamóvil.

El Papa dirigió un saludo a los fieles venidos desde Irak y Oriente Medio.

“Dios no se queda en silencio delante de los sufrimientos y el grito de sus hijos, o frente a la injusticia y la persecución, sino que interviene y dona, con su Misericordia, la salvación y el auxilio. Él usa su paciencia con el pecador para inducirlo a la conversión y busca al perdido para que regrese”, les animó.

Finalmente, saludó a los presentes y recordó el retiro espiritual para operadores de caridad en las diócesis del mundo organizado por el Consejo Pontificio Cor Unum.

Al mismo tiempo, bendijo a los fieles y recordó a los jóvenes, enfermos y esposos recién casados. Además animó a la celebración de la memoria litúrgica de San Tomás, patrón de las escuelas católicas.


Texto completo de la catequesis del papa Francisco: 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la Sagrada Escritura, la misericordia de Dios está presente a lo largo de la historia del Pueblo de Israel.

Con su misericordia, el Señor acompaña el camino de los Patriarcas, les da hijos a pesar de su condición de esterilidad, los conduce por senderos de gracia y de reconciliación, como demuestra la historia de José y de sus hermanos (cfr Gen 37-50).

Pienso a tantos hermanos que están alejados dentro de una familia y no se hablan. Pero, este año de la Misericordia es una buena ocasión para encontrarse, abrazarse, olvidar las cosas malas…

Pero, como sabemos, en Egipto, la vida para el Pueblo se endurece. Y es en el momento en el que los israelitas están a punto de sucumbir cuando el Señor interviene y realiza la Salvación.

Se lee en el Libro del Éxodo: “Después de mucho tiempo, el rey de Egipto murió. Los israelitas se rebelaron por su esclavitud, alzaron gritos de lamento y su grito subió a Dios. Dios escuchó su lamento. Dios se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. Dios miró la condición de los israelitas, Dios los escuchó” (2,23-25). La misericordia no se queda indiferente ante el sufrimiento de los oprimidos, al grito de quien está sometido a la violencia, reducido a la esclavitud, condenado a muerte. Es una dolorosa realidad que aflige en todas las épocas, incluso la nuestra, y que a menudo nos hace sentir impotentes, tentados a endurecer el corazón y pensar en otras cosas. Dios, sin embargo “no es indiferente” (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2016), nunca quita la mirada del dolor humano. El Dios de la misericordia responde y cuida a los pobres, aquellos que gritan desesperados. Dios escucha e interviene para salvar, suscitando a hombres capaces de escuchar el lamento del sufrimiento y obrar a favor de los oprimidos.

Así comienza la historia de Moisés como mediador de liberación por el pueblo. Él se enfrenta al Faraón para convencerlo y que deje partir a Israel, y así guiará al Pueblo a través del Mar Rojo y el desierto, hacia la libertad. Moisés, que la misericordia divina lo salvó de la muerte en las aguas del Nilo, se convierte en mediador de la misma misericordia, permitiendo al pueblo nacer a la libertad salvado de las aguas del Mar Rojo.

Y también nosotros en este Año de la Misericordia podemos trabajar para ser mediadores de misericordia, aplicar las obras de misericordia para estar cerca, para dar alivio, unidad. Muchas cosas se puede hacer…

La misericordia de Dios actúa siempre para salvar. Es todo lo contrario de la obra de aquellos que actúan para hacer el mal. Por ejemplo aquellos que hacen guerras.

El Señor, mediante su siervo Moisés, guía Israel en el desierto como si fuese un hijo, lo educa en la fe y hace alianza con él, creando un vínculo de amor fortísimo, como el del padre con el hijo y del esposo con la esposa.

A tanto llega la misericordia divina. Dios propone una relación de amor particular, exclusivo, privilegiado. Cuando da instrucciones a Moisés respecto a la alianza, dice: “Si ustedes escuchan mi voz y custodian mi alianza, serán para mí una propiedad particular entre todos los pueblos; ¡mía es, de hecho, toda la tierra! Serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa” (Es 19,5-6).

Cierto, Dios posee ya toda la tierra porque la ha creado; pero el pueblo se convierte para Él en una posesión distinta, especial: “su personal reserva de oro y plata” como la que el Rey David afirma haber donado para la construcción del Templo.

Pues bien, esto somos nosotros para Dios acogiendo su alianza y dejándonos salvar por Él. La misericordia del Señor hace al hombre precioso, como una riqueza personal que Le pertenece, que Él custodia y en la que se complace.

Son estas las maravillas de la misericordia divina, que llega a pleno cumplimiento en el Señor Jesús, en esa “nueva y eterna alianza” consumada en su sangre, que con el perdón destruye nuestro pecado y nos hace definitivamente hijos de Dios (cfr 1 Jn 3,1), joyas preciosas en las manos del Padre bueno y misericordioso.

Y si nosotros somos hijos de Dios tenemos la posibilidad de recibir esta herencia de la bondad y de la misericordia de frente a los otros. Pidamos al Señor que este Año de la Misericordia también nosotros realicemos obras de misericordia, abramos nuestro corazón para llegar a todos con estas obras de misericordiosa, que es la herencia que Dios padre nos ha dado a nosotros. ¡Gracias!

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