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Antigua esclava, hoy modelo de misericordia

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Aleteia Team - publicado el 27/01/16

Julia Greely es considerada hoy como una santa que caminó por las calles de Denver (EE.UU.)

Julia Greeley fue una esclava que supo lo que significaba la palabra brutalidad; de niña, perdió un ojo a causa de un latigazo mientras se aferraba a su madre, que estaba recibiendo una paliza de un negrero; sufrió el racismo, que la sentenció a labores de sirvienta y a la pobreza.

Greeley, que se convirtió al catolicismo y comulgaba diariamente, trascendió la injusticia a través de su fe y se hizo famosa por sus extraordinarias obras de caridad, aun a pesar de sus exiguos medios.

A su muerte, a la edad de entre 70 y 85 años —no sabía cuántos años tenía—, Greeley era tan querida que su cuerpo permaneció en la capilla ardiente durante cinco horas, mientras un flujo constante de personas de todos los ámbitos de la sociedad pasaban para presentarle sus respetos a esta piadosa mujer.

“Destacó por lo extraordinaria que era”, afirma David Uebbing, canciller de la archidiócesis de Denver. “Aunque apenas ganaba entre 10 y 12 dólares al mes limpiando y cocinando, lo dedicaba a ayudar a otras personas que eran pobres. Esto ya lo dice todo sobre el tipo de corazón caritativo que tenía.

Además, sentía una gran devoción por el Sagrado Corazón de Jesús y fue conocida por caminar (mensualmente) hasta 20 estaciones de bomberos diferentes para repartir entre los bomberos medallas (de fieltro) del Sagrado Corazón y folletos”.

Nacida esclava entre 1833 y 1848 en Hannibal, Missouri, Greeley llegó a Colorado en 1874, 11 años después de que los esclavos fueran liberados.

En 1878 llegó a Denver con Julia Gilpin, mujer católica y casada con el primer gobernador territorial de Colorado, William Gilpin.

Greeley se convirtió al catolicismo en 1880 en la Iglesia del Sagrado Corazón de Denver. Asistía a misa diariamente y llamaba a la Eucaristía su “desayuno”.

Después de dejar el servicio de los Gilpin, Greeley realizó trabajos eventuales de cocinera, limpiadora y de cuidadora de niños.

Se la veía frecuentemente por las calles de Denver con su rompa modesta, su sombrero ondulado de ala ancha y unos zapatos que le quedaban grandes, mientras empujaba un carrito rojo lleno de los artículos que había comprado, encontrado o mendigado y que luego daba a los necesitados.

A menudo repartía estos bienes —muchas veces a familias de blancos pobres— bajo la protección de la noche, para permanecer en el anonimato.

Murió un 7 de junio de 1918, en la fiesta del Sagrado Corazón. Tanto los diarios de Denver como el periódico Denver Catholic Register escribieron largos obituarios en su honor.

Con el paso de los años, muchos han expresado su deseo de ver a Greeley canonizada. En la localidad, el libro sobre su vida es el segundo más veces impreso, y un sindicato y un refugio para mujeres sin techo llevan su nombre. A pesar de ello, muchos nunca han oído hablar de “Old Julia”, la Vieja Julia.

“Sólo se tiene constancia de una foto de ella”, explica Uebbing, en referencia a una fotografía que retrata a Greeley sosteniendo a una pequeña bebé que a veces cuidaba.

Por desgracia, la única foto que existe de Greeley no muestra claramente su rostro, puesto que su sombrero proyecta sombra sobre sus ojos.

Con únicamente un ojo bueno, Greeley a menudo se daba toquecitos en el ojo malo, que supuraba, con un pañuelo. La buena mujer no era considerada muy atractiva, aunque sí era conocida por su desbordante alegría y su inolvidable sonrisa.

“Se la trató tan miserablemente de muchas formas, y aun así dedicó toda su vida a ayudar a las personas”, dice el padre Blaine. “Ella puso en práctica las obras de la misericordia en un nivel heroico”.

Fragmento de un artículo publicado en el Denver Catholic.

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