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¿Tu parroquia está “abierta a la vida”?

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Melinda Selmys - publicado el 18/01/16
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Ideas para que la parroquia sea también “pro-vida” en la vida cotidianaEl pasado noviembre, David Mills escribió una excelente serie de artículos sobre la necesidad de apoyar a las familias pobres o con pocos ingresos si tenemos la intención de predicar el Evangelio de la Vida.

Durante las últimas décadas se han producido tremendos avances en este sentido para el caso de las mujeres que se enfrentan a embarazos de riesgo, pero aún no hay un suficiente apoyo a nivel parroquial para aquellas parejas que nunca considerarían el aborto, pero que les resulta muy difícil abrirse a la vida. Según señala Mills, la paternidad no debería ser considerada la carga de una familia determinada, sino una responsabilidad compartida con toda la comunidad.

Mills explica una serie de ideas geniales para que los feligreses echen una mano, pero también podemos considerar otras formas sencillas y asequibles para que la parroquia ayude a reconocer la maternidad, a dar la bienvenida a las familias con niños pequeños y a asegurar que las necesidades de las mujeres embarazadas y lactantes estén cubiertas.

Hay un artículo del diácono Greg Kandra en el que propone colocar cartas de bienvenida a la entrada de misa. Es un comienzo muy bueno pero, si esta iniciativa resulta demasiado cara, podría ser suficiente con publicar una nota en el boletín.

Bendiciones públicas

Bendecir a las mujeres embarazadas y a sus hijos no natos puede ser una forma muy útil de demostrar que la parroquia valora las vidas nuevas y reconoce la labor que desempeña la mujer con el embarazo. También es una buena forma de informar a la comunidad de la presencia de mujeres embarazadas y ofrecer así una oportunidad para que los individuos ofrezcan su ayuda.

Las bendiciones pueden servir también para reducir la ansiedad de las mujeres, sobre todo a medida que se acerca el alumbramiento. Los sacerdotes pueden considerar la opción de ofrecer una bendición durante la misa a las mujeres con un embarazo avanzado o, en el caso de las parroquias más grandes, se podría incluir una bendición para todas las mujeres embarazadas de la parroquia varias veces al año. Ya existe un rito apropiado para hacerlo y puede encontrarse en el sitio web de la Conferencia de los Obispos Católicos de EE.UU. (USCCB, también en español).

Según los obispos, «Estas bendiciones respaldan a los padres al impartir gracia y consuelo en tiempos de preocupación y necesidad, al tiempo que une a la parroquia en oración por el bebé no nato y fomenta el respeto a la vida humana dentro de la sociedad».

Un lugar para la lactancia

A las madres lactantes les puede resultar incómodo asistir a misa, en especial si han tenido la percepción de que los otros parroquianos consideran que dar el pecho en público es un tanto «impúdico». Aunque el Papa Francisco ya ha dejado claro en repetidas veces que la Iglesia da la bienvenida a las madres lactantes, es posible que para aquellas que no encuentren a sus parroquianos muy hospitalarios en este asunto o que tengan un bebé con unas necesidades particulares, es importante que puedan seguir sintiéndose cómodas en un lugar un poco más recogido.

A nadie le gusta tener que cargar con un recién nacido hambriento ni que batallar con una mano con un infante en pleno berrinche mientras se saca con la otra una silla de plástico de la sacristía. Es posible que algún feligrés o alguna organización de caridad local puedan donar una mecedora cómoda para dar el pecho, pero incluso una butaca de segunda mano de alguna tienda del barrio puede ayudar a que la madre se sienta como en su propia casa.

Según las circunstancias, un simple biombo puede ofrecer ese toque de privacidad. Tan sólo hace falta asegurarse de que, dondequiera que se invite a la madre a tomar asiento, sea un sitio donde pueda seguir bien la misa (un buen sistema de amplificación es importante, sobre todo si se dispone de salas aislantes para bebés).

Comida para las mamás

En muchas iglesias protestantes es una costumbre habitual que la comunidad organice una comida caliente para las familias que acaban de recibir a un nuevo miembro. En la mayoría de las parroquias hay señoras mayores que estarán encantadas de cocinar y cuidar de los recién nacidos.

También es muy sencillo y barato organizar una lista de voluntarios que se ofrezcan a traer comida casera para dar la bienvenida a las madres después del parto. Ofrecer comida casera a una familia que acaba de recibir a un recién nacido es una forma muy entusiasta de ofrecer ayuda a las madres primerizas, agotadas tras el parto, y además ayudará a la familia a sentirse integrada en la comunidad.

Hacer de la confesión (y de otras actividades parroquiales) un momento familiar

Acudir al sacramento de la reconciliación puede resultar difícil si también hay que organizar el cuidado de los niños o si sólo está disponible a ciertas horas poco convenientes. Poner a disposición el confesionario media hora antes de misa es estupendo para los parroquianos que pueden llegar antes fácilmente y que usan el tiempo extra para hacer su penitencia. Pero no es una opción tan buena para los que tienen que obligar a un bebé o un niño refunfuñado a estar sentado y en silencio en la iglesia más tiempo de lo normal.

Las parroquias podrían plantearse ofrecer algún momento los sábados especialmente para las familias y donde los feligreses pueden ofrecerse voluntarios para echar un ojo a los pequeños mientras las mamás y papás se confiesan en paz. Este mismo principio se puede aplicar a cualquier actividad de la parroquia: el cuidado gratuito de los niños facilita la asistencia de los padres.

Cambiadores para bebés

Hay demasiadas parroquias en las que si uno quiere cambiar el pañal al bebé no queda otra que tumbarle en algún poyete frío o en el poco higiénico suelo del baño. Cualquier organización pro-vida debería ofrecer un espacio limpio y seguro en el que los padres puedan asear a sus pequeños. Además, los padres también cambian pañales, así que mejor que también haya cambiadores en los servicios de los hombres.

Lo ideal sería que en el cambiador hubiera un suministro de toallitas y de pañales de varios tamaños en caso de que los padres hayan olvidado su bolsa de pañales en casa con todo el barullo de conseguir que los niños lleguen a tiempo a la misa. Y que no falte una papelera cerca. Otro suplemento magnífico son esas sillitas especiales para bebés que cuelgan de las puertas de los servicios para que los padres tengan un sitio donde sentar al pequeño o a la pequeña mientras ellos hacen uso de las instalaciones.

 

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