La fama puede ser dura pero no tiene porqué acabar con el famoso (ni con sus amigos)
Trailer oficial en español: https://youtu.be/kOw_iIQWENQ
Clasificación por edades: todos los públicos
Entre los años 1985 y 1988 la unión de la conocida editorial de cómics Marvel con los estudios de animación Sunbow Productions dio como fruto una series de televisión de dibujos animados protagonizado por un peculiar grupo musical femenino cuyas integrantes adoptaban una vestimenta y especialmente unos maquillajes faciales muy deudores de la etapa más glam del recientemente desaparecido David Bowie.
Llamadas “Jem y los Hologramas” su aspecto influyó notablemente en la estética de un grupo ficticio, The Crescendolls, que aparecía en la película “Interstella 555: The 5tory of the 5ecret 5tar group” (sí, está bien escrito se sustituyen las letras ese iniciales por el número 5), y que se empleó por parte del grupo francés Daft Punk como “excusa” para que su disco de 2001 “Discovery” apareciese como “banda sonora” de ese anime.
La cuestión es que el paradigma del grupo de música ha tenido siempre las más variadas interpretaciones y utilidades, como en el caso de la película que esta semana plasma en imagen real lo que hace veinte años se nos contaba con dibujos animados: cómo la fama llega de improviso a alguien con talento y la manera en la que se canaliza esa repercusión de forma externa pero sobre todo interna.
Es un clásico el grupo musical de éxito que no alcanza a digerir la popularidad, surgen las fricciones entre los integrantes (que compartían una sana amistad previa) y finalmente desaparecen tanto la amistad como la fama. Un buen ejemplo es “The Commitments” (Alan Parker, 1991) pero todos los modelos deben actualizarse para acompasarse a los tiempos, y dado que casi todas las modas son cíclicas nos encontramos con que “Jem y los Hologramas” no ha necesitado modificar ni siquiera la estética de la ropa y el maquillaje del grupo titular.
En la película asistiremos al proceso de asunción de la repercusión cada vez mayor del talento musical de las protagonistas y cómo estas deberán afrontar los cambios que producen en sus relaciones mutuas, familiares y hasta consigo mismas. En unos tiempos en los que es casi habitual que talentosos jóvenes alcanzan enorme popularidad por sus desempeños artísticos o deportivos no resulta gratuito asistir a un ejemplo de lo que sucede en estos casos.
Y es que el punto de partida, unas hermanas adoptadas que tienen que adaptarse mutuamente a su nueva situación familiar, nos muestra cómo logran que sea la música el cauce para la unión y cómo un vídeo de una de ellas cantando sin saber que la cámara esta en marcha termina convirtiéndose en viral, alcanzando millones de espectadores y suponiendo el detonante para que se conviertan en un grupo, su música llegue a la radio, la televisión y las discográficas, y de ahí a los conciertos multitudinarios y los fans adoradores. Efervescentemente, Jem (su nombre artístico, lo primero que le cambian en la productora musical) y el resto del grupo tienen todas las papeletas para sufrir una indigestión de funestas consecuencias.
Pero quizá, para que alberguemos la esperanza de que las niñas Disney Channel no tienen porqué terminar como Miley Cirus, pronto intuimos que la historia de Jem y sus Hologramas encierra un mensaje más positivo, menos autodestructivo o autoiconoclasta. La fama puede ser dura pero no tiene porqué acabar con el famoso (ni con sus amigos).