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Papa Francisco: Dios ama al hombre «con las entrañas»

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© Antoine Mekary / ALETEIA

Ary Waldir Ramos Díaz - Vatican News - publicado el 13/01/16

El Pontífice en su catequesis sobre la misericordia: ‘Si tu no eres fiel a Dios, Él si lo es’

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El papa Francisco empezó un ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Biblia este miércoles 13 de enero durante la audiencia general realizada en el aula Pablo VI del Vaticano.

En el contexto del primer jubileo temático de la Iglesia dedicado a la Misericordia, el Pontífice invitó a que confiemos totalmente y experimentemos la alegría de ser amados por este “Dios misericordioso y piadoso, lento a la ira y grande en amor y fidelidad”.

Asimismo, señaló en una improvisación colorida: “La palabra “amor”, utilizada aquí, indica el afecto, la gracia, la bondad. ¡No es un amor de telenovela!”.

En español dijo a los fieles latinoamericanos, muchos de ellos de Argentina y Uruguay: “La fidelidad no está de moda, pero Dios es fiel”.

Entretanto, remarcó sin mirar las hojas preparadas: “Pablo dice algo bonito, ‘si tú frente a él no eres fiel, Él seguirá fiel porque no puede renegarse Él mismo. La fidelidad en la misericordia es precisamente el ser de Dios.

Por esto, podemos confiar siempre en Dios, una presencia sólida y estable. Esta es la certeza de nuestra fe”.

“El Señor es fiel, su fidelidad dura por siempre, no duerme ni reposa, está siempre atento, vigilante y no permitirá que flaqueemos en la prueba”, dijo papa Francisco.

Momentos antes de iniciar la audiencia, saludó a los fieles presentes. Una curiosidad ha sido ver a Francisco moverse con delicadeza para tener en brazos a un niño que le fue casi arrojado encima por un papá para que lo bendijera.

No es la primera vez, el Papa usó el mensaje bíblico en el cual se expresa que Dios “se enternece como una madre por su hijo, y está dispuesto a amar, proteger, ayudar, dándolo todo por nosotros”.

Al final, pidió rezar por las víctimas y las familias de las personas que han muerto en el atentado ocurrido ayer en Estambul.

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……..

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy comenzamos las catequesis sobre la Misericordia según la perspectiva bíblica, así aprendemos de la misericordia escuchando lo que Dios mismo enseña con su Palabra. Comenzamos del Antiguo Testamento, que nos prepara y nos conduce a la revelación plena de Jesucristo, en el cual se revela totalmente la misericordia del Padre.

En la Sagrada Escritura, el Señor se presenta como “Dios misericordioso”. Es este su nombre, a través del cual nos revela, por así decir, su rostro y su corazón. Él mismo, como narra el Libro del Éxodo, revelándose a Moisés se autodefine así: “El Señor, Dios misericordioso y piadoso, lento a la ira y rico en amor y fidelidad” (34,6). También en otros textos encontramos esta fórmula, con alguna variación, pero siempre la insistencia se pone encima de la misericordia y en el amor de Dios que no se cansa nunca de perdonar (cfr. Gn 4,2; Sal 86,15; 103,8; 145,8; Ne 9,17). Veamos juntos, una por una, estas palabras de la Sagrada Escritura que nos hablan de Dios.

El Señor es “misericordioso”: esta palabra evoca una actitud de ternura como la de una madre hacia su hijo. De hecho, el término hebreo usado en la Biblia recuerda a las vísceras o al seno materno. Por eso la imagen que sugiere es la de un Dios que se conmueve y se enternece por nosotros como una madre cuando coge en los brazos a su hijo, deseosa solo de amar, proteger, ayudar, preparada para darlo todo, incluso a sí misma. Un amor, por tanto, que se puede definir en el sentido bueno como visceral.

Después está escrito que el Señor es “piadoso”, en el sentido de la gracia, tiene compasión y en su grandeza, se arrodilla hacia quien es débil y pobre, siempre dispuesto a acoger, comprender, perdonar. Es como el padre de la parábola que cuenta el Evangelio de Lucas (cfr. Lc 15, 11-32): un padre que no se cierra en el resentimiento por el abandono del hijo menor, sino que continúa esperándolo y luego, corre a su encuentro y lo abraza, no le deja ni terminar su confesión, tan grande es el amor y la alegría por haberlo encontrado, que va a llamar al hijo mayor, que lo desdeña y no quiere entrar en la fiesta. El hijo que se quedó en casa vivía más como un siervo que como hijo, pero incluso ante él su padre se abaja, lo invita a entrar, trata de abrir su corazón al amor, para que ninguno permanezca fuera de la fiesta de la misericordia.

De este Dios misericordioso se dice también que es “lento a la ira”, literalmente, “de respiración larga”, es decir, con la respiración amplia de la longanimidad y de la capacidad de soportar. Dios sabe esperar, sus tiempos no son los impacientes de los hombres; Él es como el sabio agricultor que sabe esperar, deja tiempo que crezca la dueña semilla, a pesar de la cizaña (cfr Mt13,24-30).

Y finalmente, el Señor se proclama “grande en el amor y en la fidelidad”. ¡Qué hermosa es esta definición de Dios! Aquí está todo. Porque Dios es grande y poderoso, pero esta grandeza y poder se despliegan para amarnos, a nosotros tan pequeños, tan incapaces. La palabra “amor”, utilizada aquí, indica el afecto, la gracia, la bondad. No es un amor de telenovela. Es el amor en que da el primer paso, que no depende de los méritos humanos sino de una inmensa gratuidad. Es la solicitud divina que nada puede detener, ni siquiera el pecado, porque sabe ir más allá del pecado, vencer el mal y perdonarlo.

Una “fidelidad ” sin límites: esta es la última palabra de la revelación de Dios a Moisés. La fidelidad de Dios nunca se acaba, porque el Señor es el Guardián que, como dice el Salmo, no se duerme sino que vigila continuamente sobre nosotros para llevarnos a la vida:

«No dejará vacilar tu pie,

tu guardián no duerme.

No duerme ni reposa

el guardián de Israel.

[…]

El Señor te guarda de todo mal:

él guarda tu alma.

El Señor vigila tus entradas y salidas,

ahora y por siempre» (121,3-4.7-8).

Dios es siempre y totalmente de fiar. Una presencia sólida y estable. Esta es la certeza de nuestra fe. Y ahora, en este Jubileo de la  Misericordia, confiémonos totalmente a Él y experimentemos la alegría de ser amados por este  “Dios misericordioso y piadoso, lento a la ira y grande en amor y fidelidad”.

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