Ante la indiferencia mediática, varios nacimientos han sido atacados estas fiestas en EuropaEn España, Francia, Italia y Bélgica una serie de actos vandálicos han tenido como objetivo belenes navideños. En la mayoría de los casos, han sido gamberradas de jóvenes ociosos, pero revelan una pérdida del sentido de lo sagrado.
Dos incendios de dos belenes en Estepona, ataques a un monumental nacimiento de Pamplona, a otros en Lepe y Calatayud,…
En algunos casos el ensañamiento con las figuritas refleja que el ataque fue algo más que una gamberrada.
En el pueblo de Pitelli, en el norte de Italia, alguien sustrajo de un belén solidario el Jesusito, que después apareció ahorcado en una plaza. El obispo, Giovanni Tassano, lo calificó como “grave acto sacrílego”, informó el diario Abc.
En el mismo país, figuras del niño Jesús fueron decapitadas en las localidades de Seveso y Motte Luino. En Dorga, los vándalos arrancaron un dedo a la figura del Niño, que después arrojaron a un foso, y decapitaron la de san José.
El Jesusito de Bruselas
El 14 de diciembre, RTL Belgique informó que tres individuos atacaron el belén de la plaza mayor de Bruselas.
Tumbaron dos figuras y se apoderaron de la figurita que representaba el Niño Jesús.
Los infractores fueron detenidos y salieron de ello con el precio de la restauración a pagar.
Los confusos “Antifas”
En Hachimette, en el Alto-Rhin, el asunto pudo volverse dramático a causa de una acción de los “Antifas”, informó L’Alsace.
Estos resistentes al “fascismo” quemaron una figura del Niño Jesús y la intervención de una persona que pasaba por el lugar impidió la propagación de un posible incendio.
El movimiento, que reivindicó su acto a través de un tag, dispone de ramificaciones por toda Francia, algunas de las cuales han llamado a degradar iglesias.
El viaje del Rey Mago
En isla Rousse, en Alta-Córdega, unos vándalos atacaron un gran belén cortando los cables que sujetaban a los personajes, informó Corse Net Infos. Varios resultaron dañados.
Sin embargo, un Rey Mago que había desaparecido, halló misteriosamente su lugar ante la Sagrada Familia, prueba de que incluso en el cerebro de un cobarde atacante de figuritas, el remordimiento –o por qué no, la gracia- puede abrirse camino.