Lo celebraron con sopa de auyama, una comida que estaba prohibida a los esclavos en Haití y República Dominicana
En Santo Domingo, capital de República Dominicana, la pastoral haitiana de la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) ofició una misa en la parroquia Santo Cura de Ars, ubicada en el sector capitalino de Capotillo, para conmemorar el 212 aniversario de la Independencia de la vecina nación.
Si bien es cierto que Haití y República Dominicana enfrentan, desde hace un par de años, la tensa situación de los conflictos fronterizos, la emigración, las nuevas leyes de ciudadanía dominicanas y los embargos comerciales, hay un espíritu de independencia y libertad, de religiosidad popular y de catolicismo que une a ambas naciones.
El director de la pastoral haitiana de la CED, Edouard Saint-Jean, dijo que la efemérides que implicó la primera abolición de la esclavitud en el hemisferio occidental, “no ha facilitado que la pequeña nación caribeña salga del abismo socioeconómico ni que, en cambio, le presente hoy en día como uno de los países más pobres del planeta”.
En efecto, Haití es la nación más pobre de América Latina y una de las más pobres del planeta, sobre todo por la devastación del sismo ocurrido en enero de 2010, que dejó miles de muertos y daños materiales incalculables en la pobre estructura de la nación haitiana.
Por ello, el padre Saint-Jean invitó a la comunidad a compartir una sopa de auyamas que les fue ofrendada en el patio de la parroquia, “no solamente como símbolo de libertad, sino como signo del compartir y de Misericordia decretado por el Papa Francisco”.
El hecho de que los amos prohibieran por siempre a los esclavos de Haití degustar la auyama por considerar que era un rubro privilegiado, exclusivo para ellos, motiva que los ciudadanos de ese país celebren la Independencia haitiana con ceremonias en que brindan con sopas de ese producto.
En la Eucaristía celebrada por la independencia de Haití, el sacerdote Mario Pierre, de la diócesis de San Pedro de Macorís, acudió al ejemplo de Cristo, que ha venido a quedarse en nuestros corazones, en nuestras familias. “Para su permanencia allí es necesario que haya amor, humildad, solidaridad y compartir con aquellos que no tienen nada”.