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Un año después de su estreno en Australia y cuando ya ha pasado por los cines de Gran Bretaña llega a nuestras pantallas Aviones de papel (Robert Connolly, 2014), la película infantil más taquillera del cine australiano. El film nos cuenta la historia de Dylan (Ed Oxenbould), un niño de doce años a cuyo colegio llega un día alguien que les va a enseñar cómo hacer aviones de papel. En principio el entusiasmo es limitado pero llegado el momento de lanzarlo al aire resulta que el diseño de Dylan surcará el espacio aéreo del recinto hasta más allá de lo concebible. Resulta que Dylan tiene mano para eso de hacer aviones de papel.
Aviones de papel está rodada además en 3D y en las escenas de vuelo de los aviones de papel es más que probable que no hayamos visto nada igual. Cuando Dylan descubre su destreza se presentará a un concurso que seleccionará a los mejores lanzadores de aviones de papel para participar en un campeonato nacional y posteriormente, uno mundial en Japón.
El film esta rodado como si en efecto, una aventura infantil se tratase. Espectaculares movimientos de cámara, una banda sonora pegadiza, un drama familiar reducido al mínimo para no incomodar a los niños que, en todo caso, están acostumbrados a ver como mueren los padres y madres de los protagonistas de películas como El rey león o la más cercana El viaje de Arlo. De hecho, una buena forma de medir hasta qué punto es infantil una película es cómo se tratan los dramas reales.
En el film, la madre de Dylan murió en un accidente de tráfico pero lo único que vemos de ella son las ensoñaciones y recuerdos de Dylan donde, obviamente, todo está idealizado. La madre de Dylan es una presencia hermosa. Como consecuencia de esta muerte Jack (Sam Worthington, el protagonista “de carne y hueso” de Avatar), es un padre que ha dejado de ir al trabajo y al que vemos todo el día tumbado en el sofá viendo la televisión. Jamás lo vemos con una cerveza en la mano, o fumando o con mujeres, simplemente está en el sofá viendo fútbol.
Al final obviamente, y como buena película infantil que es, todo saldrá bien. De hecho, este es el mayor inconveniente que puede tener una cinta como Aviones de papel, que una vez se ha descubierto la mecánica del film parece un poco complicado mantener la emoción de la historia. Sabemos lo que va a pasar. Aún así y como ocurre en multitud de cintas en las que sabemos lo que va a ocurrir a continuación afortunadamente Aviones de papel se deja ver con suma facilidad gracias entre otras cosas a su sentido del humor, algo más fino (seguramente destinado a los adultos) de lo que uno podría esperar en una cinta infantil.
Además, Aviones de papel está inspirada en un caso real, el del surfista Dylan Parker, un joven de veintidós años al que le encontraron un tumor cerebral del tamaño de una pelota de golf. Parker encontró entonces la afición de hacer y lanzar aviones de papel lo que según cuenta, le ayudo a superar la enfermedad y enfrentarse a la vida de otra forma sabiendo valorarla aún mejor. La película de Robert Connolly -a quien el aficionado recuerda por su cinta de denuncia Balibo (2009), que narra la muerte de dos periodistas australianos en la guerra de Timor Oriental- se agarra a esta increíble experiencia vital para hacer de su propia película eso, una gran experiencia vital a través de algo tan mundano como un avión de papel.