Robert Redford y Nick Nolte en una película sobre la amistad por encima de las diferenciasCalificación por edades: para todos los públicos
La terminología estadounidense para etiquetar tipos de películas a fin de que el espectador sepa con cuatro palabras qué se va a encontrar en la oscura sala de proyección nos permitiría calificar (y perdonen los anglicismos) a la última producción de Robert Redford como “trekking buddy road movie” (película de carretera con colegas senderistas) a lo que podríamos añadirle el término “platónico”. En sentido dialogante, no en la acepción habitual que suele referirse a una atracción sentimental no resuelta.
Y es que en el fondo la adaptación de una novela autobiográfica del autor de libros de viajes Bill Bryson permite en cierto modo recuperar algo poco frecuente en el cine y que hace miles de años sirvió para transmitir conocimiento: el diálogo entre dos personas. En el caso de los famosos diálogos socráticos inventados por Platón se trataba de transmitir conocimiento por parte del hombre sabio, más mayor, a un hombre no tan sabio y más joven, pero esa relación alumno-maestro en el caso de la película que nos ocupa tiene un componente bidireccional puesto que de la fricción entre dos perfiles tan opuestos como los protagonistas surge la armonía.
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Robert Redford interpreta al mencionado autor de guías de viaje (personaje real, libros reales, por si alguien tras ver la película decide seguir sus pasos) que un buen día, pasado ya su septuagésimo cumpleaños, decide emprender una ruta por los montes Apalaches de nada menos que 3.500 kilómetros. A pie. Y por si todo esto fuera poco decide embarcar en el “paseo por el bosque” que refleja el título a un amigo al que lleva tiempo sin ver, interpretado por un cáustico, deslenguado y malencarado Nick Nolte. Queda claro que no estamos ante la platónica relación alumno-maestro con décadas de diferencia de edad. Pero ello no significa que no tengan nada que aprender el uno del otro. Ni nosotros de ellos.
¿De qué pueden charlar dos septuagenarios con personalidades contrapuestas durante un paseo de 3.500 kilómetros por el bosque? Pues esencialmente de aquello que les une por encima de todo: la amenaza de la muerte, tan inevitable como inminente en el ocaso de la vida por el que ambos transitan, pero curiosamente en la forma de afrontarlo, y cada uno dentro de su estilo, detectamos un punto de contacto amistoso: el humor, el humor negro, la ironía, la resignación socarrona con la que sobrellevar una cuestión para muchos incómoda dolorosa o angustiante.
“Un paseo por el bosque” es una película que se presenta ante el espectador con amabilidad, realmente sin grandes pretensiones. Probablemente de haberla rodado algún director con más personalidad que el simplemente eficiente Ken Kwapis hablaríamos de algo más que un vehículo otoñal de lucimiento para Redford y Nolte, pero no en vano el propio autor de la novela autobiográfica goza de una envidiable forma de afrontar la vida, tal y como vemos en la película.
Y el excelente guionista Michal Arndt (ojo: autor de “Pequeña Miss Sunshine”, “Toy Story 3” o “Inside out”) consigue trasladarnos en medio de diálogos que en cierto modo nos remiten a “La extraña pareja”, a un estado semipermanente de apunte de sonrisa en el rostro, atisbo de chispa de reflexión de profundidad media entre nuestras neuronas y por si todo eso no es suficiente, una más que surtida colección de bellas postales campestres con las que aderezar esa caminata, un paseo que probablemente todos deberíamos emprender alguna vez en el ocaso de nuestras vidas con alguien ante quien sincerarnos, exteriorizar e intercambiar lo que de verdad llevamos dentro.