Dos ejemplos de cómo hay cosas más valiosas que una victoria¿Qué es ganar y qué es perder? ¿La victoria es la última meta? ¿No has tenido la sensación de obtener victorias amargas y sufrir dulces derrotas? ¿Tiene sentido la competición sino es para vencer? ¿Es verdad esa máxima de que lo importante es participar o es una mentira para los perdedores?
Muchas veces le he dado vueltas a estas preguntas. Vivimos en una sociedad obsesionada con la victoria, con ganar y con derrotar al que está en nuestro alrededor. Un lugar ultracompetitivo donde uno siempre tiene que ser el mejor, el más guapo, el más listo, el más rico y el más fuerte. El mundo como un campo de batalla. ¿Tiene sentido todo esto?
Dos noticias, dos detalles en España destrozan todos estos paradigmas y nos devuelven a una bella realidad donde en multitud de ocasiones los últimos son los primeros y donde el final es lo de menos, lo importante son los medios y sobre todo como los llevamos a cabo.
El deporte no es sólo competición
El primer protagonista se llama Aitor Cebrián Montiel, entrenador de un grupo de benjamines de un equipo de fútbol español. El padre de un jugador contrario, del CD Contestano escuchaba la charla del entrenador a los chavales.
Les decía así: “Acabo de ver entrar a los niños contra los que vais a jugar hoy, y son más pequeños que vosotros. Son de primer año y no debieran competir con vosotros en esta categoría”. “Están goleándolos cada semana y querría que os pusiérais en su lugar. No quiero que celebréis ningún gol, no los presionéis en su campo, dejadlos que jueguen un poco y que puedan disfrutar de jugar al fútbol. Vamos a ser respetuosos con ellos”.
El padre comunicaba al club la conversación que acaba de escuchar y el club le ha realizado una carta de agradecimiento: porque “gestos como estos son los que hacen grande al fútbol, que no sólo es competición, si no también educación y respeto al rival”. El equipo benjamín ganó el partido, con gran deportividad. Aunque el resultado era lo de menos.
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Cuando ni ganar ni perder es lo que importa
Nadie podía dar crédito a lo que realizaba Agustín Navarro en la última recta de meta en el XV Gran Premio Santa Bárbara de ciclocross. En vez de adelantar a su “rival” Ismael Esteban lo acompañaba en los últimos 300 metros. Agustín en bicicleta, Ismael andando. Ismael corría a pie con su montura al hombro y Agustín prefirió no superarle: “No era justo”.
La carrera hacia sido un suplicio para Ismael y estaba intentando llegar tercero de la única manera que podía: corriendo. Su bicicleta estaba rota y realizaba sus últimos metros cojeando, tropiezo tras tropiezo.
Agustín Navarro le había dado caza y el público estaba esperando a llegada. No quiso adelantarlo. Se agarró al manillar, frenó la velocidad y comenzó a animar a su “enemigo”. “Había sido superior a él en todo momento”, explicó y ahora sólo quedaba animarle: “¡Venga, vamos, venga dale!”. No quiso quedar tercero sino dar una gran lección a todos los que estaban a su alrededor, sobre todo a los niños que pudieron verlo.
¿Cómo fue más feliz? ¿Ayudando a su compañero o quedando tercero? ¿Quién fue el que ganó realmente esta carrera? ¿Quién habla ahora del primero y del segundo? Todo el mundo habla de la gesta de Agustín…¡Y había quedado cuarto! El Deporte es una escuela de vida: No siempre ganar es una victoria y perder una derrota.