Un sentido trágico de la vida en el que el amor, lejos de redimir, parece parte del hado mortalSe acercan los Goya y se estrenan las últimas películas que tienen algo que decir en el panorama cinematográfico nacional español, como es el caso de La novia. La directora Paula Ortiz vuelve a uno de sus temas favoritos, la mujer doliente (recordemos De tu ventana a la mía), con esta adaptación de Bodas de Sangre de Federico García Lorca.
Interesante adaptación que, a pesar de contar con una justificada e inevitable libertad respecto al texto poético-teatral, la película mantiene muchos parlamentos de la obra original, su simbología (la luna, el caballo, las navajas,…) y sobre todo la atmósfera trágica de un ambiente tan local como universal. Esa aridez física tan bien fotografiada recuerda a las tragedias que filmó Pasolini, y las canciones frecuentes entroncan directamente con el mundo lorquiano. Una historia negra y pesimista, de oscuro erotismo, fiel al poeta, que expresa un sentido trágico de la vida en el que el amor, lejos de redimir, parece parte del hado mortal.
La película cuenta con el reparto con el que la directora se ha sentido ya cómoda otras veces (Leticia Dolera, Luisa Gavasa y el recientemente fallecido Carlos Álvarez-Novoa), a los que añade una espectacular Inma Cuesta en el papel de la novia y una vigorosa Consuelo Trujillo como madre del novio. Una película para adultos, que pasa a formar parte con dignidad de las escasísimas huellas de Lorca en el cine.