O por qué es tan importante no olvidar el genocidio armenio – y por qué se quiere olvidarHace unos años un nuevo fenómeno empezó a invadir la sociedad árabe: el de las telenovelas turcas dobladas en árabe dialectal sirio. Lo raro es que estas telenovelas empezaron a tener un altísimo porcentaje de telespectadores. Un fenómeno social que llevó a muchos árabes a imitar aspectos de la vida turca e incluso a aprender su lengua. Al mismo tiempo, los productos turcos se hicieron paulatinamente con parte del mercado árabe. Las campañas turísticas invitaban a los árabes a visitar el país, ofreciéndoles no sólo nuevas conexiones aéreas directas, sino precios realmente muy competitivos.
Más allá de la anécdota, lo más sorprendente eran los sentimientos de identificación y nostalgia hacia Turquía. Una corriente que prefería una nueva “otomanización” (vuelta al Imperio Otomano) a la “ocupación” occidental representada por los ingleses, franceses y más recientemente los norteamericanos.
Como árabe, cristiana y oriental, este fenómeno llamó poderosamente mi atención. No pude recibir estas novedades con el mismo entusiasmo que los gobiernos o los mercados. Discrepaba al pensar como muchos árabes que Turquía era la clave de una mejora real en la situación. Y el hecho de que Turquía representara “lo musulmán” para muchos árabes, entraba en seria contradicción con su imagen como país moderno y liberal, con aspiraciones a entrar en la Unión Europea. Me resultaba preocupante que esta imagen positiva pueda forzar las relaciones diplomáticas entre Turquía y muchos países árabes, Siria antes de la guerra, Egipto, Líbano, en virtud de futuros beneficios económicos que rescatarían a la zona de la crisis.
Por tanto, esta “otomización” cultural y económica es una suerte de nueva colonización. Significa la posibilidad de reeditar dolorosos episodios dentro del mundo árabe, donde se impuso el idioma turco y se prohibió el árabe, y se le negó el acceso a la educación. Una suerte de enclaustramiento de lo árabe en lo turco que se prolongó durante siglos, llevando a esta cultura a una decadencia histórica cuyas consecuencias siguen padeciéndose. Una historia que llevaría en 1916 a Gran Revuelta Árabe del 1916, donde los pueblos árabe, cristiano y musulmán expulsaron a los turcos otomanes de sus territorios.
La historia de dominación de los turcos contra los cristianos orientales se ha prolongado históricamente. Entre 1915 y 1923 Armenios y Sirios padecieron la persecución sistemática, el horror y el exterminio generado por este expansionismo. A pesar de que el padre de la patria turca, Kamal Atatturk, ya en 1920 reconoció públicamente que tales masacres eran “actos vergonzosos”, el actual Estado turco los desconoce ante la comunidad internacional, alegando que fueron “actos de guerra”.
A pesar de ello, son muchos los que actualmente litigan porque pueda aplicarse el término “genocidio” a estas masacres, en tanto que pueden considerarse como “exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivos de raza, de religión o de política”. Entre los sirios se contaron más de 750,000 muertos. Masacres que han quedado en la memoria colectiva de los cristianos orientales como una política que se ha prolongado generacionalmente.
Durante una misa celebrada en la Basílica de San Pedro el 12 de abril 2015, el Papa Francisco declaró que “la humanidad ha vivido en el siglo pasado tres grandes tragedias inauditas. La primera, la que es generalmente considerada el primer genocidio del siglo veinte fue el del pueblo armenio, primera nación cristiana, junto a los sirio-católicos, a los ortodoxos, a los asirios caldeos y griegos (…) Las otras dos son el nazismo y el estalinismo”. A lo que el gobierno turco respondió calificando estas declaraciones como un grave “error”.
La Turquía actual no sólo debe reparar la memoria de estas acciones pasadas. Su insistente declaración de mantenerse fiel a la línea laica, occidental y moderna marcada por Attaturk entra en contradicción con su actual política exterior y de defensa respecto al ISIS. Organización terrorista que no sólo ha invadido territorios sirios, sino que mantiene secuestrados a varios obispos y sacerdotes cristianos.