Me he dado cuenta de que el diablo parece tener una predilección por hacernos daño en los días que celebramos nuestra fe. Para Adviento toma fuerzas y ataca a darse gusto. Nos inyecta desánimo, tristeza, arrogancia, egoísmo.
Y nosotros caemos como una fruta que ha madurado y apenas se sostiene en el árbol. Le damos gusto a sus insinuaciones y nos desanimamos. A veces me pasa también, y lucho contra este sentimiento porque sé que no viene de Dios. Lo escucho con mucha frecuencia: “paso estas fiestas muy triste”.
El día en que la luz, la verdad, ha venido a iluminar este mundo, nos escondemos en las sombras. Yo que tú, haría un esfuerzo este año. Sería feliz. Compartiría con ilusión y alegría.
¿Qué me propuse este Adviento? Estar feliz. Ver todos los amaneceres que pueda y leer. Leer muchos libros de espiritualidad que tanto bien le hacen a nuestras almas. Ya lo decía don Bosco: «En el cielo sabréis el gran bien que produce una buena lectura».
He pasado estos días en reflexiones profundas sobre nuestra fe y la eternidad, sobre la ternura de nuestro Padre celestial, sobre el sentido de la vida.
Un libro me ha sido de gran ayuda y de inmenso consuelo: Historia de un Alma, escrito por santa Teresita del Niño Jesús.
Si me preguntaras: “¿Qué puedo hacer en Adviento?”, sin pensarlo dos veces te respondería: “lee este libro”.
Cada página es como una fogata con grandes llamaradas que prenden nuestra fe, la iluminan, la alimentan y la ayudan a crecer.