Más vale más tarde que nuncaMientras en la sociedad española seguimos preocupados por nuestros problemas políticos antes que por los sociales, o por los problemas de casa antes que por los del mundo, o por el peligro de secesiones antes que de genocidios, de repente despertamos del sueño porque la realidad se impone y la cruda realidad de la guerra que está asolando este mundo por la ofensiva de los fanáticos islamistas llama a la puerta de nuestros vecinos.
El horrible puñado de atentados en París nos ha despertado y sobre todo nos ha hecho mirar a otro sitio. Ojalá hubiésemos mirado antes, pero más vale tarde que nunca. Ojalá hubiésemos mirado antes, y eso aún estamos a tiempo y no lo hemos hecho, a la masacre que esta guerra está produciendo en Siria, o en Irak, o en toda aquella región.
Porque las víctimas inocentes de allí son muchas más que las de Europa, y sobre todo, son iguales en dignidad. Pero están muy lejos. Además, no sólo no nos preocupa sino que nos avergüenza.
Porque esta guerra esta financiándose con el petróleo que les compramos y se está realizando con las armas que les vendemos. La locura de la lógica del mercado, de la idolatría del mercado nos diría el Papa Francisco, nos ha llevado a algo que jamás había ocurrido en la historia de las guerras: que los entre enemigos se vendan las armas.
No somos capaces de entendernos, de vivir en paz, de respetarnos, pero si somos capaces de comprarnos y vendernos lo que sea, incluso aquello con lo que van a matarnos. La pela es la pela, se decía antes cuando usábamos las pesetas, aunque la pela me mate.
Esta guerra es la conjunción de dos grandes mentiras: la mentira del odio cuando quiere justificarse, sobre todo cuando quiere justificarse en nombre de Dios, y la mentira de la incongruencia más terrible, la de quien proclama la paz y prepara la guerra, no ya porque se prepara para la guerra, sino porque hasta prepara al enemigo para la guerra.
Y también forma parte de esta incongruencia occidental la de quienes ahora, por motivos electoralistas, saldrán a la calle para elevar la pancarta de la paz, pero no lo han hecho jamás en los últimos meses cuando el Estado Islámico masacraba cristianos en Siria. Son moros, y encima, cristianos.
¿Qué nos importan a los ilustrados y pacíficos europeos que enmudecemos cuando vemos que esa masacre nos salpica?