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¿Asumir responsabilidades da o quita libertad?

hermanos

© Rolands Lakis

Carlos Padilla Esteban - publicado el 21/11/15

Las exigencias pueden sacar lo mejor de nosotros, aunque es cierto que también pueden sacar lo peor

Toda nuestra vida es una escuela para ser más autónomos y libres. Jesús quiere educar hijos maduros, independientes, capaces de pensar por sí mismos. No quiere cristianos masificados que se dejen arrastrar por el mundo.

Quiso formar apóstoles capaces de enfrentar la persecución y la muerte. Así surgieron los primeros mártires. Ellos fueron capaces de permanecer fieles hasta el final.

El objetivo de toda educación es la autonomía. Educar hombres libres, independientes, capaces de pensar y decidir por sí mismos. Con criterio formado, con una conciencia madura.

El hombre masa es el hombre que depende del ambiente, que se deja influir fácilmente y se deja llevar por la forma de pensar de los demás.

A veces hay muchos cristianos masificados. Cristianos que dependen de lo que dice el sacerdote, de lo que dicen otros. Pero no tienen un criterio claro, no están formados en su corazón. No saben lo que la Iglesia piensa y no logran descubrir lo que Jesús les pide.

El hombre masa es ese hombre que no tiene criterios ni principios propios. ¡Cuántos cristianos dependientes hay en nuestra Iglesia! Dependen de lo que les digan los sacerdotes, o los religiosos, o el Papa, para saber qué tienen que hacer. Consumen fe, pero no viven de la fe.

Jesús vino a educar hombres libres. Su reino es un reino de libertad, de remeros libres. Jesús formó apóstoles capaces de decidirse por Él hasta la muerte. Pero ellos necesitaron la fuerza del Espíritu Santo para ser capaces de dar ese salto de fe.

La libertad a veces se entiende mal. Hay personas que no quieren adquirir compromisos, porque ven en ellos un límite a su autonomía, a su independencia, a su libre albedrío.

Y cuando el peso de las decisiones y responsabilidades que asumieron un día les parece muy pesado, lo cortan sin miedo. No se hacen responsables de lo que han asumido, de la palabra dada. ¡Qué poco vale a veces la palabra! ¡Qué poco valor tienen a veces las promesas! Buscan una independencia y rompen con esa dependencia que no les daba la felicidad.

Decía el Papa Francisco: “La aspiración a la autonomía individual es empujada al punto de poner siempre todo en discusión y de romper con relativa facilidad elecciones importantes y ampliamente ponderadas, recorridos de vida emprendidos libremente con compromiso y dedicación. Esto alimenta superficialidad en la asunción de responsabilidades”.

Nos gusta ser independientes y confundimos autonomía con falta de responsabilidades. ¡Cuántos compromisos hechos para toda la vida se rompen cuando pesan demasiado!

Queremos aprender a educarnos en la libertad, pero en una libertad que es compromiso. Soy libre cuando asumo responsabilidades, cuando me comprometo y arriesgo mi vida.

Hay responsabilidades que tengo que asumir con madurez en la vida. Los compromisos con los hijos, con los padres. ¡Qué fácil resulta a veces desentendernos de lo que nos ata, de lo que no nos deja vivir nuestra vida libremente!

¿Cómo asumimos nuestras responsabilidades hasta las últimas consecuencias? ¿Cómo educamos a nuestros hijos para decidirse y ser consecuentes con lo decidido?

En detalles pequeños uno aprende. Niños que quieren un perro, pero luego sus padres lo sacan a pasear. ¡Cuántos padres hoy están en residencias o en sus casas olvidados! El compromiso, la responsabilidad que nos ata, es una oportunidad para crecer, para madurar.

Queremos que nos den responsabilidades en el trabajo, pero luego la vida nos hace dejarlas de lado, encargárselas a otros. Las exigencias pueden sacar lo mejor de nosotros, aunque es cierto que también pueden sacar lo peor. Nos hacen mejores personas, pero también pueden llevarnos a no querer seguir luchando.

Formar parte del reino de Jesús es una opción que tomamos en libertad. Nos hacemos responsables de los valores de ese reino. Ser cristiano es un compromiso que nos toma por entero. No somos cristianos a medias, en parte de acuerdo con lo que pide la Iglesia, en parte dejando de lado lo que no nos gusta.

Ser cristianos o nos enciende por dentro y para siempre, o es sólo un barniz que desaparece cuando llega la tormenta a nuestra vida.

El reino de Jesús es un reino de libertad y compromiso. Un reino en el que estamos llamados a dar la vida, a entregarnos por entero, a vivir con seriedad las decisiones que tomamos, el seguimiento a Cristo. Queremos libremente darle nuestro sí a Dios. Sin condiciones, sin miedo.

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