Sólo hay una manera de tomar decisiones eternasSé que mi corazón finito está hecho para lo infinito. Lo sé por lo que anhelo y por lo que sueño. Por lo que espero y lo que deseo. Es verdad que amo contando, cuantificando. Pero el deseo es infinito.
Anoto días y momentos queriendo retener el tiempo. Tengo fechas, hitos y segundos. Me gustaría que los segundos llenos de luz fueran eternos. Pero no logro añadir un solo día a la cuenta de mi vida.
Y a veces no sé amar para siempre, comprometerme para siempre. ¿Qué sucede con mis promesas? ¿Tienen más valor si son para siempre? ¿O si son más realistas y se limitan en el tiempo? ¿Puedo prometer inseguro y dubitativo un amor eterno que no poseo?
Hoy cuesta tanto decir que sí para siempre… Asumir compromisos eternos. ¡Cómo va a poder un deseo infinito hacerse realidad en mi capacidad de amar tan finita y limitada!
Cuestan esas ataduras eternas que nos limitan y chocan con nuestra torpeza. ¿Y si todo cambia en un segundo? ¿Y si se hace imposible mantenernos fieles a lo prometido? ¿Y si el amor primero se desvanece como el polvo entre los dedos? ¿Es posible jugar a ser dioses conjugando la vida en términos eternos?
Una persona rezaba: “Quiero soñar lo que Tú sueñas, despertar donde me pidas. Quiero ser pobre y audaz, niño y valiente. Quiero ser santo y vivir eternamente. Pero no para ser recordado. En realidad sé que los santos no pretendían ser santos. Sólo anhelaban tu camino por amor. Querían seguirte por amor siempre y ser felices amándote. Eso es lo que quiero, vivir a tu lado siempre. No quiero esa santidad de los libros. No busco una perfección que no poseo. Sólo quiero decirte sí y seguir tus pasos, cada paso”.
Me cuesta pensar en dar la vida para siempre, a todos, en todo momento, todos los segundos. Me guardo, me reservo. Me gusta ir hacia atrás en el tiempo y contar los años que llevo caminando y alegrarme.
A veces me proyecto hacia delante y sueño, o temo, o espero. Sueño con lo eterno. Pero mi mirada no alcanza el infinito. Sólo se abisma con temor en el océano inmenso y se turba. No me alcanza la vista.
Pensar en términos eternos me lleva a mirar por encima del abismo. Por encima de mí mismo. Da vértigo. ¿Cómo es posible tomar decisiones eternas? ¿Cómo podremos mantenernos firmes en un mar sin orillas? Sólo por la gracia de Dios. Sólo si Él navega conmigo.
Sólo así es posible soñar con un cielo eterno. Sólo así es posible vivir la vida, el presente, soñando lo que mis ojos sólo intuyen.