Gummi y Kiddi son dos hermanos solteros mayores que viven en el norte de Islandia y que se dedican a la cría de carneros. Llevan cuarenta años enemistados, casi sin hablarse, a pesar de ser vecinos. Su relación se replantea cuando la amenaza de la epidemia de un virus puede acabar con su ganado, único recurso para sobrevivir.
El cineasta islandés Grímur Hákonarson –Premio Pilar Miró al Mejor Nuevo Director en Festival de Valladolid- nos ofrece una película honesta y entrañable que obtuvo la Espiga de Oro en el citado festival. Rams cuenta con las virtudes de cierto cine escandinavo: un tempo tranquilo, una extraña emotividad fría, una mirada tiernamente irónica sobre el ser humano, y una complicidad sutil y genuina con el surrealismo.
No es difícil encontrar paralelismos del film con Una historia verdadera de David Lynch, al contar el reencuentro de dos ancianos hermanos enemistados y que en el fondo anhelan el perdón y la reconciliación. También se asemeja en el clima pausado y contemplativo de ciertos momentos del film.
Sin embargo, en la islandesa se ilustra sobre todo en enfrentamiento fraterno, mientras que en la de Lynch el peso estaba en el camino de purificación y de perdón. También se diferencian en el horizonte ideal de los personajes, mucho más amplio en aquella y más reducido en Rams, en que parece que no hay nada en el mundo más allá de los carneros.
Típica película nórdica en que los personajes apenas hablan, pero la cámara se encarga de mostrarnos su interior con una fotografía sutil y observadora. Una película para desgustar que nos obliga a dejar fuera nuestras categorías urbanas mediterráneas para entrar en una dinámica en las que tiempo y espacio se vivencian de otra manera, y la relación con la naturaleza es determinante.