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Educación islámica: entre la espada y el Corán

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An Iraqi school girl writes an answer to a question her proposed by her teacher in a classroom of the Al Amal female primary school in Al Shomali district, Babel, Iraq, Oct. 26. The Babel Provincial Reconstruction Team and U.S. soldiers with 3rd Armored Cavalry Regiment are deployed in support of Operation New Dawn.

María Angeles Corpas - publicado el 13/11/15

El gobierno de Irak dispone la conversión automática de los menores a la religión islámica: por qué es inaceptable

En las sociedades occidentales, el debate sobre la enseñanza religiosa islámica gira en torno a su oportunidad dentro del sistema público de enseñanza, su posible financiación y el oportuno respeto a los derechos universales.

Sin embargo, en el agitado panorama del mundo árabe musulmán, la educación es un pilar fundamental de reproducción social, en la medida en que el islam prevé una formación integral del individuo y no sólo de sus comportamientos religiosos.

Desde este punto de vista, los movimientos islamistas tienen la educación como uno de sus puntos más estratégicos.

En este sentido, la disposición del actual gobierno iraquí de la conversión automática de los menores a la religión islámica no sólo supone la conculcación de derechos de una parte de sus ciudadanos (cristianos yazidis, sabeos y mandeos), sino una apuesta decidida por la reislamización. Un proyecto sociopolítico entendido como la propagación del islam en un proceso dinámico que afecte a toda la sociedad. Desafiando cualquier legalidad. Esgrimiendo una necesidad de “ponerse a salvo” de cualquier interferencia.

No es de extrañar la medida tomada por el Parlamento iraquí. Convertir a los jóvenes en musulmanes es asimilarlos forzosamente a una moral islámica, identificada con la moral pública.

Al margen de que esto conculque derechos fundamentales, la medida significa no sólo sustituir su identidad de origen, con los consecuentes trastornos personales y familiares que esto genere, sino obligarlos a asumir un determinado modelo de vida. ¿El islámico? No. Más bien aquello que las autoridades del país hayan redefinido como oportunamente “islámico”.

La educación es un elemento estratégico fundamental en el futuro de cualquier sociedad. Permite proyectar qué tipo de enseñanzas, valores y actitudes serán inculcados y asumidos por los individuos que la reciben.

Se trata por tanto de un ámbito muy delicado que debe ejercerse con grandes dosis de responsabilidad pública. Que debe quedar exento de debates ideológicos circunstanciales y de coyunturas conflictivas.

Porque, en definitiva, el objetivo de la educación es tratar de ofrecer lo mejor de una colectividad a sus generaciones futuras. Utilizarla como un arma ideológica, e incluso como un arma para la guerra, desvirtúa radicalmente ese sentido.

Si hablamos de educación religiosa, este efecto dañino se potencia intensamente. Y si pensamos concretamente en el islam, aún más.

Convertir en musulmanes a los menores de edad al margen de la religión de sus progenitores significar asimilar forzosamente a toda una generación. Conculcar sus derechos. Anular su identidad originaria.

Es, en definitiva utilizar la religión como arma política para reforzar los pilares de un nuevo Estado que no contempla ni respeta la tradición de una parte de sus ciudadanos.

Y además es un proyecto que inocula el germen de la violencia y la autodestrucción. No sólo de aquellos que son excluidos, sino de todo el conjunto social.

Ignorar la riqueza que supone la convivencia en un mismo territorio de tradiciones, culturas y credos diferentes, imponer mecanismos que anulen el sano desarrollo de estas diferencias, es construir sistemas destinados al horror y al fracaso.

Muchos pensadores moderados del mundo islámico han manifestado la absoluta necesidad de que las sociedades islámicas actuales asuman compromisos con los derechos humanos y la democracia, evitando movimientos de exclusión. Especialmente en la educación de las jóvenes generaciones.

La educación al servicio de la reislamización

Lo que actualmente acontece en Baghdad es un claro ejemplo de este proceso. Forzar el cambio automático a la religión islámica de los menores, aun cuando uno solo de los padres se convierta al islam no sólo es inconstitucional, sino un declarado intento por parte de las autoridades de aniquilar los derechos de una parte de sus ciudadanos.

El impedir a los padres cristianos educar a sus hijos según su fe y hacerlo en nombre del islam es contravenir también sus principios y el estatus de respeto previsto para la minoría cristiana.

Asistimos por tanto a lo que Gilles Kepel denominó reislamización. Es decir, imponer a toda la sociedad un plan destinado a proteger, guardar y preservar el islam. Un proceso que tiende a remodelar la vida civil, familiar e incluso los comportamientos individuales.

Las autoridades ya no ejercen de administradores de los asuntos públicos, sino de orientadores y custodios de la moral pública.

Adornar la violencia con el manto de lo sagrado significa la alianza entre reislamización y regímenes no democráticos.

Adiestrar a las jóvenes generaciones en un modelo educativo excluyente no sólo alimenta la espiral de la violencia, sino que refuerza el aislamiento de cada grupo social, que entiende que ha de desarrollarse protegiéndose “del otro”. En este caso de la minoría cristiana.

¿Qué tipo de sociedad puede construirse sobre la asimilación forzosa de una parte de sus ciudadanos? ¿Qué tipo de Estado promueve tal proyecto? Creo que la respuesta está en la mente de todos.

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