Nuestros hijos no son una prolongación de nuestros sueños no realizadosLuego de ver este video, que fue producido para las Olimpiadas Especiales de Londres (2012), pensé en lo importante que es la exigencia física, mental y espiritual para formar a un ser humano fuerte.
Esto lo menciono porque hoy es cada vez más difícil encontrar exigencias que siquiera se acerquen a un 30% de lo que vemos en este video.
El marketing masivo del placer sobre el sacrificio, del sentimiento sobre el compromiso, del vivir el hoy sin importar el mañana, del priorizar mis derechos sin que practique mis deberes (que implican el derecho del otro), de la mentira sobre la valentía, de la conveniencia sobre la moral, en fin, del relativismo sobre la verdad, hacen que cada vez tengamos jóvenes más desorientados, sin ánimos, sin ganas de luchar, sentados esperando a que el éxito les caiga del cielo porque simplemente se lo merecen.
Y, lo más triste, es que hay sociedades que respaldan esta forma de vivir al prácticamente quitarles a los padres la patria potestad y el derecho de educar a sus hijos.
Si amamos a nuestros hijos pongámosle límites, normas, rutinas, exigencias, deberes y castigos pertinentes. Pero no olvidemos la otra parte: el amor incondicional independientemente de los resultados obtenidos.
Cada persona debe vencer sus propios límites, conseguir sus sueños individuales según sus intereses y capacidades. Nuestros hijos no son una prolongación de nuestros sueños no realizados, ni retrato de nuestros anhelos más profundos. Son únicos, irrepetibles y distintos a nosotros.
Como padres tenemos el deber de conocerlos y amarlos por lo que son, no por lo que hacen. Pero también tenemos el deber de educarlos para sacar lo mejor que ellos pueden ser. Y eso no se hace sin dedicación, firmeza, ternura y amor. Los cuatro ingredientes son importantes.
Artículo originalmente publicado por La Mamá Oca