El director Cesc Gay, sin duda uno de los cineastas más interesantes del panorama español, vuelve a ofrecernos un drama de corte intimista sobre personajes marcados por las heridas de la posmodernidad. Julián (Ricardo Darín) es un actor de mediana edad, divorciado, que padece un cáncer terminal. Vive solo, con su fiel perro Truman, está cansado de luchar y decide abandonar la terapia.
Su amigo Tomás (Javier Cámara), vive en Canadá con su familia, y decide viajar 5 días a Madrid para acompañar a su amigo en este trance, y si se tercia, convencerle de que retome el tratamiento médico. La película nos cuenta esos días de convivencia, conversaciones, reencuentros y dolores compartidos.
Truman es fundamentalmente una película de actores, un duelo interpretativo de altura en el que el resto de personajes (interpretados por actores de altura como Dolores Fonzi, José Luis Gómez, Eduard Fernández, Silvia Abascal, Elvira Mínguez o Àlex Brendemühl) son un coro que ofrece contrapuntos puntuales a los protagonistas.
El tema de la muerte es la columna vertebral del film, alrededor de la cual se tejen diversas tramas humanas como la relación entre Julián y su hijo, lo mejor del film, o entre el protagonista y su perro, único compañero de los últimos años. Truman alberga un hermoso homenaje a Candilejas de Chaplin, otro fin crepuscular que habla del final de una existencia.
Como todas las películas de Cesc Gay, a la vez que mira de frente las heridas de la posmodernidad, la respuesta que ofrece es asimismo posmoderna. Y la posmodernidad ante la muerte y el sentido de la vida sencillamente no ofrece respuestas. Y esa puede ser quizá la decepción de la película: que después de haber lidiado con el gran drama de la vida, lo abandona con la discreta ligereza de quien no tiene mucho que decir. A pesar de ello, el protagonista llega a decir: “Antes era muy ateo, ahora no lo soy nada”.
En todo caso, Truman es una película vigorosa, llena de momentos verdaderos, que traspira la autenticidad de su director, y que sin duda, junto a Ma ma es uno de los mejores dramas -quizá melodramas- que nos ha dado el cine español en este año 2015.