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Siria, la “revolución” secuestrada con la “ayuda” de Occidente

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Renée Hannah Hattar - publicado el 24/10/15
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La única solución es parar la guerra y dejar de verdad que el pueblo sirio decida su destino sin interferencias extranjeras

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[N.del E.: El fotógrafo que tomó la imagen de este bombardeo, Saleh Mahmoud Laila (ANADOU), fue asesinado a los 27 años en un ataque suicida del ISIS en Aleppo. Siria se ha convertido ya en el país más peligroso del mundo para los periodistas].

Lo que empezó en Siria como una revolución contra un dictador, siguiendo la ola de la llamada “primavera árabe”, se transformó rápidamente en una guerra que parece para muchos una guerra religiosa.

Lo cierto es que la actual guerra no se limita a las batallas entre el ejército sirio del régimen de Asad y el ejército de la revolución formado por la oposición. Parece que otros grupos han raptado la revolución. Estos grupos empezaron a recibir armamento y financiación por parte de los países occidentales, principalmente Estados Unidos, con el pretexto de apoyar al poder civil y a la voluntad del pueblo sirio contra la opresión del dictador.

De golpe, nos encontrábamos con diferentes grupos en el terreno sirio, cuyos miembros ni siquiera son sirios, ni hablaban el árabe, sino que eran mercenarios provenientes de varios países, tales como Chechenia, Afganistán y Turquía, que se escurrieron poco a poco a través de la frontera turca con el consentimiento del gobierno turco, apoyado por los Estados Unidos.

Estos grupos tomaron una postura que no tenía nada que ver con las reclamaciones de la revolución civil y empezaron a secuestrar a diferentes personas para pedir rescates, a robar, a invadir barrios y ciudades enteras aprovechando la falta de orden. Dichos grupos no pararon de recibir armas y dinero de Occidente. La mayoría de entre ellos, dieron a su “revolución” una característica religiosa islamista fundamentalista y algunos mostraron su afiliación a al-Qaida.

Entre estos grupos se encuentran: ISIS conocido en árabe como DAESH, “Estado Islámico para Irak y Levante”, el Frente Islámico Sirio, el Movimiento Islámico de los Hombres Libres del Levante (Ahrar al-Sam), Frente al-Nusrah, Brigadas Faruq, el Ejercito del Islam (Yais al-Islam) y Brigada del Monoteísmo (Liwa’ al-Tawhid), entre otros.

El grupo más peligroso de esta lista es Daesh, tristemente conocido en el mundo por el terror mediático cuando empezó a filmar y proyectar sus crímenes, realizando grabaciones de alta tecnología para transmitir  pánico al mundo entero. Los seguidores de este grupo consideran que está en su mano imponer un nuevo califato islámico, fijando sus propias normas religiosas que ellos consideran más correctas. Según ellos, los no-musulmanes no son bienvenidos al califato, por eso les imponen convertirse al Islam, pagar un tributo ¨yizya¨ muy alto, o morir, y en el mejor de los casos, dejar el país sin llevarse nada de sus bienes personales. En cuanto a los musulmanes de este nuevo califato, tienen que estar de acuerdo con las normas que dicta el grupo, si no estarán considerados como infieles y merecerán la muerte.

La discriminación de Daesh no termina en la diferencia religiosa, sino también la sobrepasa al perseguir a otras minorías de culturas o razas diferentes como los kurdos. Estos reaccionaron a los ataques del grupo creando su propio ejército para defenderse, y fueron financiados y armados por Alemania e Italia.

En toda esta situación y al comienzo del conflicto, los países occidentales no han movido ni un dedo para parar esta locura, sino que seguían hablando de la importancia de la democracia en Oriente Medio y de acabar con el régimen de Asad.

La culminación de la postura occidental fue cuando el grupo se reclamó como Estado en uno de sus videos. La respuesta al video llegó del presidente Obama que salió en un discurso a los medios de comunicación pronunciando esta misma palabra, reconociendo de modo implícito que este grupo ya se puede considerar, o por lo menos llamarse, estado.

Este detalle dio un reconocimiento al grupo terrorista, que empezó a tomar más confianza y a seguir con la serie de crímenes cometidos tanto en Siria, como en Irak. Han confiscado las casas y bienes de los cristianos marcándolas con la letra N en árabe, y de la misma manera han atacado y perseguido a los yazidíes, expulsándolos de sus ciudades y vendiendo sus mujeres como esclavas en el mercado. Han destrozado sitios arqueológicos, mezquitas, iglesias, museos, manuscritos históricos valiosos, acabando así con partes importantes del legado y de la cultura siria e iraquí.

Cuando los videos de Daesh empezaron a invadir el mundo y aumentaron los secuestros del grupo hasta incluir a rehenes europeos o de otros países occidentales, el gobierno de los Estados Unidos cambió de postura e invitó a varios países a formar una coalición para combatir el llamado “Estado Islámico”, denominándoles, esta vez, como un grupo terrorista. Así, los mismos países que financiaron a Daesh apoyándoles como grupo de oposición contra Asad, se volvieron a atacar al grupo por ser terrorista.

Varios países aceptaron la iniciativa de Obama, y formaron la coalición internacional contra Daesh. Y estos incluyen: Gran Bretaña, Canadá, Australia, Turquía, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Bahréin, Marruecos, Dinamarca, Egipto, Francia, Holanda y Jordania. Actualmente, todos ellos están arrojando bombas en Siria.

Cabe mencionar que otros países no participan en los bombardeos y se limitan a mandar armas y munición, como es el caso de Albania, la República Checa y Hungría, mientras que otros como Kuwait, ofrecen sus bases militares.

Eso quiere decir que por un lado, los sirios reciben bombardeos de las fuerzas de la coalición internacional, y por otro, del mismo ejército sirio y todos con el mismo objetivo: destrozar a Daesh.

La consecuencia de estos bombardeos es enorme, porque como ya sabemos, los cohetes que se lanzan a los terroristas también van a alcanzar, inevitablemente, muchas zonas de civiles desarmados e indefensos, puesto que los yihadistas se esconden en los barrios y las casas de los sirios y los iraquíes, y no en bases militares en el desierto como insinúan los medios de comunicación en Occidente.

Según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, más que 76,000 personas murieron en Siria en 2014, entre ellos más de 3,500 de niños. Estos bombardeos están dejando a muchas familias sin techo, sin hospitales, sin escuelas y sin trabajo, empujándoles a desplazarse dentro del país buscando zonas más seguras, o fuera del país a los campos de refugiados en los países vecinos como Jordania, Turquía y el Líbano o si pueden hacia Europa, que es lo que estamos viviendo estos días con las olas de emigración a través del mar.

También cabe considerar los cambios demográficos y sociales creados por estos ataques tanto en Siria como en Iraq: el alto índice de muerte de hombres, sobre todo jóvenes, más que de mujeres y ancianos; el éxodo de las minorías no-musulmanas, como los cristianos, los kurdos, los yazidíes…etc.; la radicalización religiosa de dos países que se declaraban laicos; la perdida de los intelectuales, artistas y sabios sirios que huyen del país en búsqueda de espacios de libertad y de creatividad.

La solución para poner fin a las atrocidades de Daesh y de los otros grupos y falanges destrozando a Siria, es parar con esta guerra y dejar que el pueblo sirio decida su destino sin interferencia externa y sin más ejércitos extranjeros en el país.

Existe una serie de puntos que pueden ayudar en frenar a los grupos terroristas y a controlar la situación:

-Los países occidentales deben dejar de financiar a los grupos de la oposición.

-La comunidad internacional debe asegurar el acceso de la ayuda humanitaria a los sirios, ya sea esto a través de trabajadores, voluntarios o ayudas físicas.

-Parar la venta de armas de cualquier país y su entrada en Siria.

-La comunidad internacional debe presionar para cerrar la frontera turca contra los yihadistas que llegan del mundo entero para combatir en Siria.

-Los países occidentales deben rechazar la compra del petróleo de Daesh en el mercado negro, para minimizar su poder económico y su control tanto en Siria como en Iraq.

-Frenar el avance del Wahabismo en Europa y el mundo (que llega a través de la financiación de Arabia Saudí de las mezquitas) y controlar los discursos de los imanes en dichas mezquitas, de modo que no sean discursos políticos que invitan a un Islam radical, sino espirituales como deben de ser según el Islam verdadero y moderado.

 

 

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