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«Black Mass»: Buenos mafiosos pero ya vistos

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Warner Bros Pictures

Enrique Anrubia - publicado el 23/10/15

La historia de Whitey Bulger, hermano de un importante senador interpretado por un desaliñado Johnny Depp

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Black Mass es esto: una película de gánsteres americano-irlandeses de los años 70 en Boston. Cumple con su cometido, entra por buen pie en el género y en la lista de buenas películas de gánsteres. Pero ya está, no hay mucho más. Si alguien quiere ver una buena película de este tipo no defrauda, si alguien espera ver una pieza genial del género quedará defraudado.

Es la historia de James «Whitey» Bulger, que hasta hace unos días lo conocían en Boston y en su casa, y ahora lo conoce todo el mundo gracias a la película. Está inspirada en hechos reales, pero eso no ayuda mucho excepto a revelar dos cosas para los forofos del género negro: una es que muestra muy bien el modus operandi de los gánsteres americano-irlandeses frente a los italianos (si uno lo compara con otras películas) y otra, que da una caracterización del Boston de los Estados Unidos en los setenta (si uno lo vuelve a comparar con otras películas).

¿Por qué hacer una película de este tal “Whitey” Bulger? En cuatro pinceladas queda dicho y uno tiene la sinopsis. En primer lugar, porque el tal James «Whitey» Bulger –Jimmy en la película- era hermano del senador más importante del estado de Massachusetts en aquella época.

En segundo lugar, porque fue informante del FBI, al cual ayudó a desmontar la mafia italiana en el sur de Boston (ellos lo llaman el southie). En tercer lugar, porque precisamente su ayuda y el desmantelamiento de la Cosa Nostra bostoniana, le permitió (y esa fue su jugada) convertirse en el amo y señor del crimen en Boston. Y en cuarto lugar, bueno, eso se lo dejamos al espectador.

Ahí está toda la película: cómo el hermano mayor del político más influyente de Boston, siendo un gánster de medio pelo, se convierte en el amo y señor de todo gracias a su juego de mutua cooperación con el FBI, y especialmente a un agente del FBI del cual era amigo de infancia.

Ya les advierto que el regusto que queda tras verla es bueno y merece la pena.

Algo de lo que todo el mundo habla en este película es la caracterización de Johnny Depp: esa calva, el rostro de piel blanca y marchita (de ahí el apodo de “Whitey”), los dientes falsos y descoloridos, el attrezzo de macarra cuarentón de los años 70 (pantalones ajustados y chupa de cuero), pero sobre todo esas lentillas de ojos azules vidriosos y muy, muy azules, es decir, muy azules.

De esto hay que decir simplemente un par de cosas: una es que a veces se nota demasiado que son lentillas de color azul y eso desmerece por impostura al personaje; otra, que a veces de tan azules que son el personaje parece un loco de mirada fantasmagórica y eso ayuda (especialmente en la escena en que amenaza a la mujer de su amigo del FBI).

En fin, respecto a esto, los fans del Depp le verán detrás de tanto cosmético y los no tan fans les gustará en ocasiones. Para mí gusto, forma parte del mismo personaje que es la filmografía del propio Johnny Depp: se ha de maquillar camaleónicamente. Es inevitable verle a veces como un Jack Sparrow a lo gánster irlandés. Su actuación es buena, pero no brillante.

Para quien les escribe hay dos actuaciones que marcan mucho más. Una es la de Benedict Cumberbatch (la serie Sherlock –muy muy recomendable-, el malo de Star Treck. Into the Darkness o The Imitation Game).

Es una verdadera delicia ver a este actor inglés: qué gestos, qué sencillez, qué sobriedad, cómo en tres escenas se queda en la retina de un modo que sólo apreciamos después. Aquí hace de William Bulger, el hermano senador. Si las comparaciones son odiosas permitámonos el lujo y compárenlo con Kevin Bacon, que hace de jefe del FBI y que sale casi la misma cantidad de escenas.

La otra actuación, quizás menos sobresaliente que la de Cumberbatch pero mejor que la Depp, es la de Joel Edgerton, el agente del FBI amigo de Jimmy Bulger. De hecho la historia es casi, casi, casi la relación entre el mafioso y el policía.

Y ahora viene el menos bueno. La película en sí, siendo buena, bien dirigida, un “tempo” justo, una historia interesante y unas actuaciones buenas, no deja de ser un refrito de algo que uno ya ha visto. Uno ya ha visto ese Boston de gánsteres irlandeses de Boston en The Departed (El infiltrado), uno ya ha visto el ascenso de un criminal de “medio pelo” a señor de todo en American Gangster, uno ya ha visto esas escenas de violencia mafiosa (tiros en la nuca desde el asiento de detrás del conductor o los inesperados a quemarropa) en Godfellas o Casino y una ya ha visto las consecuencias de la traición y la correspondiente ira por sospecha de todo y de todos en El padrino (primera y segunda parte). Incluso en The Departed uno también ha visto la relación de cooperación entre mafiosos y policías. Así que no se esperen sorpresas.

Es una buena película, pero no añade nada, y todas las antes mencionadas la superan. Si alguien quiere encumbrar a Johnny Depp por esta película es que sigue pensando en Eduardo Manostijeras y Jack Sparrow. Pero es digno de alabar que nos traigan buenas cintas de mafiosos, aunque Vito o Michael Corleone se los comerían con “ali-oli”.

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