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“Como los prófugos de hoy, nosotros tampoco teníamos casa”: La infancia en el exilio del cardenal Schönborn

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Marinella Bandini - publicado el 19/10/15

Nació en tiempos de guerra, huyó de Bohemia y finalmente “nuestro departamento”. Luego el divorcio de sus padres, el dolor más grande

Las vacaciones del padre, que estaba luchando en el frente, algunos días en casa con la familia y nueve meses después, el nacimiento del segundo hijo. Comienza así, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, la historia del cardenal Christoph Schönborn, hoy arzobispo de Viena e hijo de una antigua familia de la nobleza católica alemana.

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“Mi padre estaba en el frente y llegué a esta vida tras un encuentro de mis padres durante un breve tiempo de vacaciones del frente: papá pudo volver a casa algunos días y así llegamos durante la guerra”. Fueron años convulsos, marcados primero por el conflicto y luego la huida.

Nos fuimos a Skalsko, una pequeña ciudad de Bohemia central, en la actual República Checa. Con la llegada de las fuerzas aliadas “fuimos expulsados, entre millones de personas de lengua alemana”. Entre ellas, también la familia Schönborn, cuando Christoph tenía sólo nueve meses.

“Los primeros años de mi vida familiar estuvieron marcados por muchos cambios de casa, de parientes, amigos o familiares que nos acogieron. Los primeros seis años de mi vida cambiamos al menos 12 veces de casa, porque no teníamos una casa que fuera nuestra, como muchos prófugos hoy”.

Mientras la familia se trasfería a Austria llegó una hermana. Luego finalmente la estabilidad: “Me acordaré siempre, tenía 6 años, era Viernes Santo, un día frío, con nieve. Entramos a este departamento que me parecía enorme – era muy pequeño pero yo tenía la impresión de que era grande – y mi mamá nos dijo: este es nuestro apartamento. Nunca olvidaré esa sensación de ‘nuestro apartamento’. Es uno de los recuerdos más bellos de mi vida: tenemos un departamento”.

Pasaron los años y llegó otro hermano más. Luego algo se dañó: “entre los hijos ya lo intuíamos”, hasta que un día, cuando tenía 13 años, mis padres se divorciaron. “Fue quizá la experiencia más dolorosa de mi vida –cuenta el cardenal Schönbor -. Pero agradezco a mis padres porque no nos hicieron cargar con el peso de sus conflictos”.

Y al pensar en los padres de hoy, esto es lo que más le importa: “Si tienen conflictos no involucren a sus hijos, es una grave injusticia. No es su culpa, ¿por qué tienen que ser rehenes de su conflicto?”.

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Ante la pregunta ¿qué es para él la familia?, responde: “Es lo que me mueve. Claro que me mueve también la Iglesia, la gran familia dominicana, en la que he vivido muchos años, y mi diócesis, pero la familia es algo único. Tengo aún a mi madre que tiene 95 años, mi papá murió hace 35 años. Es el espacio donde estoy en casa”. Y a lo largo del tiempo se ha consolidado la unión con los hermanos, hermanos redescubiertos en la fe.

El hermano menor es actor de teatro y cine, el mayor es fotógrafo y artista, la hermana vive en Francia y “hace jardines hermosos, quien también tiene un don terapéutico”.

“Estamos muy unidos y sentimos mucha alegría cuando nos vemos, y lo más importante es que nos hemos encontrado en la fe. Yo tuve fe desde pequeño, mis hermanos atravesaron la típica crisis de adolescencia, pero hoy estamos muy unidos en la fe” a pesar de haber vivido situaciones familiares difíciles y no siempre claras.

“A pesar de eso hay fe y es quizá la experiencia más bella de la familia”. Una familia unida en la fe, también con la madre, “que tuvo una vida difícil pero es un personaje fascinante, muy animada, inteligente, una mujer fuerte, que admiramos mucho. Nos sentimos profundamente unidos a través del vínculo de la fe y creo que esto es verdaderamente una familia”.

Por Marinella Bandini

Tags:
cardenaldivorciofamiliapaternidadrefugiadossegunda guerra mundial
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