Meditación de Tomás de Kempis en su clásico “La imitación de Cristo”
Yo no puedo huirla; mas tengo necesidad de recurrir a ti, para que me favorezcas, y me la conviertas en bien.
Señor, ahora estoy atribulado, y no le va bien a mi corazón; mas soy muy atormentado de la presente tentación.
“Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!” (Jn 12,27).
Mas yo soy venido en este trance para que seas tú glorificado cuando yo fuere muy humillado y librado por ti.
Plégate. Señor, de librarme, que yo pobre, ¿qué puedo hacer? ¿Adónde iré sin ti?
Dame paciencia, Señor, también esta vez, y ayúdame, Dios mío, y no temeré por más atribulado que sea.
Conviéneme sufrirlo, y ojalá con paciencia, hasta que pase la tempestad, y haya bonanza.
Poderosa es tu mano, potentísima para quitar de mi esta tentación, y amansar su furor, porque del todo no caiga, así como otras muchas veces lo has hecho conmigo, Dios mío, misericordia mía.
Cuanto a mí es más dificultoso, tanto es a ti más fácil; que esta mudanza de la diestra del muy alto es (cfr. Sal 77,11).
Extraído del Libro “La imitación de Cristo”, de Tomás de Kempis.