Con un poco de paciencia y estrategia, puedes lograrloLes llaman los “terribles 2” los “confiados 3” y los “agradables 4”, pero en realidad tener un niño de 3 años puede ser más difícil que tener uno de 2. Si empiezas a sentir que ya no te gusta cuidar a tu hijo, no estás solo. A continuación, 16 consejos para ayudarte a aprender a amar la paternidad nuevamente (o al menos a sobrellevarla durante el día):
Grita menos, ama más: Gritar es un tardío mecanismo de defensa, una técnica que usamos cuando todo lo demás falla. Pero gritar puede herir a los niños más de lo que pensamos – puede causar un cambio inmediato en el comportamiento, pero a largo plazo puede causar un verdadero daño psicológico. En lugar de gritar y usar fuertes castigos, los niños necesitan una educación positiva para el desarrollo saludable del cerebro. La doctora Joan Luby es profesora de psiquiatría infantil y directora del Early Emotional Development Program en la Washington University School of Medicine en San Luis. Sus investigaciones muestran que la educación positiva de los niños pequeños en situaciones estresantes, en lugar de reprimendas o castigos corporales, está de hecho asociada con un incremento de las dimensiones de ciertas áreas del cerebro. Si te das cuenta que les gritas mucho a tus hijos, necesitas otras opciones para introducir disciplina. Sigue leyendo.
Ponle nombre al comportamiento y enseña virtudes: En lugar de enojarte, ponle nombre al comportamiento. Aprendí esto en el programa infantil Plaza Sésamo –hay una escena donde Lucas Comegalletas es acusado de haber mentido sobre robar galletas. Frustrado y enojado, Lucas Comegalletas dice, “Soy glotón, pero no mentiroso”. Si Plaza Sésamo es capaz de usar palabras como “glotonería” para calificar el comportamiento, también nosotros. Así que ahora nosotros usamos palabras como “glotonería”, “paciencia”, “amabilidad”, “agilidad”, y “envidia” e incluso “pereza”. Esta esa una educación basada en la virtud. Sonaba extraño al principio, pero ahora me gusta mucho cuando el pequeño de 6 años dice a su hermano bromista, “Eso no es amabilidad”.
Permanece en sintonía con tus hijos: La clave para educar hijos emotivamente sanos es la sintonía, o qué tan bien reconoces las necesidades de los niños en cualquier momento. La sintonía, de hecho, es ponerse en el lugar de tus hijos y luego enfrentar sus necesidades con la sabiduría de un padre. Buscar identificar las raíces del comportamiento equivocado de tu hijo – y luego adaptar las consecuencias de manera apropiada. La mayor parte de los libros sobre disciplina y paternidad gira alrededor de los mismos temas – ser coherentes, cumplir con las consecuencias, no advertir demasiado, no castigar cuando estás enojado. Aunque estoy de acuerdo con estos temas, existe el riesgo de basarse demasiado en las fórmulas. En la paternidad “de sintonía”, no nos limitamos a bloquear un comportamiento equivocado, sino que preguntamos “por qué” un niño se está comportando mal. Cuando entendemos las causas del comportamiento equivocado del niño, podemos satisfacer mejor sus necesidades, amarlo y obtener comportamientos sanos a largo plazo.
Dale a tu hijo tu plena atención en pequeñas pero frecuentes dosis: Si tu hijo de tres años te quita el celular de la mano, pega en el teclado mientras escribes o desorganiza la ropa apilada para planchar, esta sugerencia te servirá. Se que tu hijo quiere tu total atención todo el tiempo, pero no es posible si estás intentando hacer un encargo o leer un e-mail. Cuando entiendes que tu tesoro está buscando captar tu atención, concédele unos segundos de atención total. Míralo a los ojos, hazle una pregunta y escucha su respuesta. Usa el lenguaje corporal para mostrar atención, como dejar el teléfono. Mientras escuchas sus respuestas, piensa en cómo corregirlo.
Corrige con creatividad: Busca corregir de inmediato, y con voz amorosa. Pregúntate: “¿Por qué mi hijo se está portando mal? ¿Qué necesita realmente?” Los comportamientos agresivos en general requieren una corrección física. Por ejemplo, si un niño está tirando los juguetes y está gritando, podría necesitar un paseo en bicicleta. Si un niño está tendido en el suelo y se queja, podría necesitar un poco de atención y algo de actividad serena – intenta leerle un libro.
Toca a tu hijo de tres años muchas veces al día: La mayor parte de los niños de tres años tiene necesidad de muchos abrazos y caricias, incluso cuando no estás listo. Prepárate para dejar de lado el trabajo y abrazar a tu hijo, muchas veces al día. No te olvides de decirle “te quiero mucho”, sobretodo cuando se está portando mal.
Anticipa las reincidencias: Los niños, como los adultos, tienen estándares de comportamiento negativo. Hacen las mismas cosas negativas continuamente. ¿Peleas al intentar vestirlo cada mañana, o al intentar sujetarlo a la silla del choche? Tienes que conocer bien las reincidencias, intervenir enseguida y animar a tu hijo a elegir bien. Tenía una hija de tres años que no quería atarse a la sillita del coche porque sabía que podía controlar a la familia – el coche no se movía hasta que ella no estuviera bien sujetada. Mientras más se rehusaba, los demás niños más se enojaban, y ella se sentía poderosa. Un día, mientras íbamos en el coche, dije: “¿Si todos dicen ‘te quiero mucho’ tres veces te pondrás en tu silla y estarás feliz?” Ella dijo “Ok, pero lo deben decir cinco veces”. Lo hicimos, ella entró y todos rieron. Dándole el control sobre una pequeña cosa, obtuve el control sobre toda la situación.
Establece expectativas claras: Escribe una lista de normas de familia. Para los niños de tres años, haz una lista breve y sencilla. Por ejemplo: 1) Usar tonos amorosos 2) Obedecer a mamá y papá 3) No hacer daño a los demás. Discute las normas cada día, y elogia los éxitos en la cena o a la hora de ira a la cama.
Enseña la obediencia: Los niños no nacen obedientes, debemos enseñárselo. Los niños de tres años en general buscan autonomía y combaten contra la obediencia. El truco es enseñar a los niños que quieren ser obedientes, que obtienen muchos elogios cuando hacen lo que dices. Para practicar la obediencia, juega a “mamá dice” o “papá dice”. Comienza con el típico gesto de aplaudir y luego haz la transición de recoger los juguetes.
Elogia los esfuerzos, no los resultados: Busca elogiar diez veces o más de lo que corriges, pero elogia de la manera adecuada. Elogia los esfuerzos, no los resultados. Demasiados elogios pueden tener el efecto contrario – pueden poner el listón muy alto y llevarlos a temer al fracaso.
Haz una gráfica del comportamiento: Las pegatinas nunca serán tan eficaces como cuando tu hijo tiene 3 años, disfruta el momento. Comienza a monitorear los días en que tu hijo de tres años se ha quedado en la cama, ha limpiado sus platos, ha mantenido seca la ropa interior todo el día, etc.
Se coherente: La coherencia no significa duros castigos o gritar, sino enfrentar coherentemente los mismos problemas. Si dejar tus zapatos en el suelo no está bien los lunes, no puedes recogérselos el martes a tu hijo. Eso no significa que tu hijo necesite una gran reprimenda.
Permanece en la misma línea que el resto de personas que cuidan a tu hijo: ¿Qué sistemas de recompensa se realizan en la guardería de tu hijo? ¿Y en casa de los abuelos? Si funcionan fuera de casa, inténtalos también dentro. Las normas en la escuela y en casa deben ser lo más similares posible.
Cuando todo el resto no funciona, recurre al castigo: No te enojes, pídele a tu pequeño desafiante de ir al castigo, y llévalo si no quiere ir. Asegúrate de distinguir con antelación el lugar del castigo y busca ser coherente con esa posición (nosotros usamos el baño). Contempla un minuto de tiempo por cada año de vida, o dile al niño que permanecerá ahí hasta que deje de llorar y sea lindo. Cuando tu hijo grita o patalea mientras lo llevas al castigo, dile amablemente que lo quieres mucho. Resiste a la tentación de discutir para hacerlo entender. A los tres años, no será razonable.
Cuida de ti: Pide ayuda. Habla de situaciones específicas. Haz una pausa. Recuerda que los 4 años llegarán pronto – y esperamos que en tu caso se trate de los “confiados 4”.
Recuerda que tu hijo tiene padres perfectos, en el cielo: A menos que seas Dios, no serás nunca un padre perfecto. Por todas las veces en que no eres perfecto, pide a Dios que sea tu apoyo. Luego reza por tus hijos y por tu tarea de padre. Pide la paz que sobrepasa cualquier comprensión.
Kathleen M. Berchelmann, MD, es asistente de pediatría en la Washington University School of Medicine de San Luis y madre de cinco niños. Su página es KathleenBerchelmannMD.com.