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El hijo “extra” que nos trajo a la Iglesia católica

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David Mills - publicado el 10/10/15

La sabiduría y belleza de las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia, el matrimonio y la sexualidad siguen atrayendo

Toma grandes y desconcertantes cantidades de leche. Parece que piensa que las puertas no están lo suficientemente cerradas si no se dan portazos. Camina como si estuviera imitando a un doble de la película Tyrannosaurus Rex. No es particularmente entusiasta de lavar los platos. Se eterniza en la ducha a menos que se le diga lo contrario. Se ha memorizado muy bien toda la serie de Calvin and Hobbes, así como Tintín y Asterix, y es a quien le pedimos que arregle las computadoras de la familia, aunque sólo le dejamos trabajar en cosas como la limpieza de las canaletas bajo supervisión, para evitar las idas a urgencias.

Él es nuestro hijo más joven, nació cuando mi esposa y yo éramos ya mayores, gracias a la aceptación de la enseñanza católica sobre el matrimonio cuando éramos aún protestantes. Estar abiertos a la vida a veces produce vida (ahora es una sorpresa) y si eres mayor te puede ofrecer un “bonus baby” (un hijo extra).

Somos felices aunque nuestros amigos lo son menos, no porque estuvieran pensando en nosotros y cómo podíamos sentirnos, sino porque hicimos algo que simplemente no había que hacer. Nadie podía pensar que conociéramos la enseñanza católica (el uso de la anticoncepción artificial es casi universal, estoy seguro) y ciertamente nadie lo imaginó. No podían concebir que una pareja de nuestra edad pudiera “arriesgar” con un embarazo.

Incluso nuestros amigos más sofisticados hacían bromas como “Bueno, ¿cómo ha pasado?” con una falsa sorpresa y “¿Sabes por qué pasa eso, verdad?” con una seriedad bromista. Sólo su sofisticación les impidió darme un codazo en las costillas y decirme “¿entiendes?”.

La enseñanza y el fruto encarnado de esa enseñanza nos condujo a la Iglesia católica, como algo más que una mera fuente de ideas útiles. El contraste entre la alegría de tener un hijo y la creencia de nuestros amigos que uno no podría querer tener un hijo a nuestra edad nos dijo algo sobre la Iglesia, como una voz que dice una verdad contracultural. Amamos a nuestro pequeño y no podemos imaginar la vida sin él.

Una famosa frase de Chesterton dice, en su libro The Catholic Church and Conversion: “No queremos una religión que tiene razón donde nosotros tenemos razón. Queremos una religión que tenga razón donde nosotros estamos equivocados”. Aunque esto es verdad en teoría, no estoy seguro de que sea completamente cierto en la práctica, dadas las complicadas formas en que la gente llega a la Iglesia.

En nuestro caso, sí queríamos una Iglesia que estuviera en lo correcto donde nosotros teníamos razón, pero incluso queríamos aún más una iglesia que tuviera razón donde teníamos razón y nuestra cultura estuviera equivocada.

Hemos visto algo con la ayuda de la Iglesia que nadie en nuestro entorno apoyó. Cuando era más joven pensé que la enseñanza de la Iglesia católica sobre el matrimonio era tan incomprensible como comer gusanos o ver una partida de cricket. No sentía que la naturaleza de la intimidad sexual tuviera nada que ver con la naturaleza, y que ésta tuviera algo que ver con Dios.

No evitar tener hijos era algo que otras personas hacían, es decir, incluso para los WASP de izquierdas a favor de la igualdad de mis círculos, la clase obrera irlandesa y los italianos que hicieron muchas otras cosas que no entendimos, como poner grandes estatuas de María en las entradas de sus casas e ir a la iglesia a horas extrañas durante el día.

Tener grandes familias fue una de las cosas extrañas que hacían.

Y ahora me encuentro entre ellos y viviendo una vida que no reconocería cuando tenía veintitantos, y estoy a gusto. Esa fue una de las razones por las que firmé la Carta abierta al Sínodo de más de 100 convertidos. Soy uno de esos que llegaron a la Iglesia “en gran parte por lo que propone sobre el ser humano en su enseñanza sobre la diferencia sexual, el matrimonio y la familia”, y encuentro que la sabiduría y la belleza de la enseñanza de la Iglesia es una continua atracción.

Gracias a Dios, el tema de los divorciados y vueltos a casar, la enseñanza por la que la carta de los convertidos se preocupa principalmente, no nos afecta a nosotros, pero la parte de las enseñanzas que hemos vivido ha sido una bendición, aunque no sin mezcla de dificultades y dolor. Estoy seguro que la Iglesia tiene razón sobre la parte de las enseñanzas que no nos afectan, y si la Iglesia reduce su enseñanza de cualquier forma esa parte se perdería.

Si yo sintiera alguna duda al respecto, el sonido de imitación de un dinosaurio, las puertas que se azotan, el inicio de los maratones de las duchas, mientras los platos se apilan para lavarse, me la quitará.

David Mills, es ex editor ejecutivo de First Things, editor de The Stream, director editorial de Ethika Politika, y columnista de varias publicaciones católicas. Su más reciente libro es Discovering Mary. Síguelo a través de @DavidMillsWrtng.

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