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La “inesperada” lección de monseñor Charamsa

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Jeffrey Bruno

Gelsomino del Guercio - Aleteia Team - publicado el 08/10/15

Los sacramentos administrados por un sacerdote que vive en pecado son válidos, pero hay algo más...

El caso de Krzysztof Charamsa, el sacerdote elevado recientemente a los honores de la crónica con su salida del armario y su anuncio de que convive con otro hombre, ha hecho que muchas personas se planteen: ¿El pecado de un sacerdote hace inválidos los sacramentos que celebró? ¿Mi bautizo, matrimonio, mi comunión, es válida?

Precisamente, el propio Charamsa, por lo demás un brillante teólogo y miembro (hasta ahora) de la Congregación para la Doctrina de la Fe, respondía a la pregunta a un lector de la agencia ZENIT (29 de enero de 2015), de manera clara y totalmente fiel al Magisterio de la Iglesia: “Sí. Absolutamente sí. La validez de los sacramentos no depende de la santidad o no de los ministros que los administran”.

La lección de Santo Tomás

Después explicaba que “la enseñanza de santo Tomás de Aquino al respecto es muy clara”, y también la doctrina de la Iglesia (cfr Concilio de Trento, Ses. VII, can. 8, DS 851: los sacramentos actúan ex opere operato, o bien por el hecho de haberse puesto en acto, y no ex opere operantis que requeriría la santidad del ministro). “Una bella síntesis de todo esto la encuentras en el catecismo de la Iglesia Católica nn. 1127-1128), explicaba.

Sobre este punto, indicaba Charamsa: “Es necesaria una plena serenidad del creyente,  el pecado de los ministros no “contamina” la validez de la acción sacramental de Dios”.

Sacerdotes suspendidos

Explicaba también que “tampoco los sacerdotes suspendidos pierden el poder de administrar válidamente los sacramentos. Tal ejercicio les viene prohibido, pero no pierden la capacidad de celebrar válidamente. Por esto, en peligro de muerte de una persona, también un sacerdote suspendido, puede ofrecerle el sacramento válido. Y cuántas veces ha sucedido, dando la paz y la gracia de Dios a un moribundo”.

“Somos todos pecadores”

Charamsa dejaba ver un estado de ánimo no del todo sereno en su respuesta en aquel momento. “Todos somos pecadores. Ninguno de nosotros está libre del todo del pecado. Últimamente, sobre este triste hecho insiste mucho el santo padre Francisco, hasta el punto que a muchos les parece incómodo, si no insoportable (quizá porque providencialmente ha tocado el problema escondido de sus almas)”, escribía.

“Antes del Papa, sin embargo, como recuerdas bien, era nuestro Señor quien nos decía “quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra -prosigue-, como para decir: “los que no tienen pecado, adelante, golpea rápido y eficaz”… Somos pecadores y esto influye lamentablemente en los frutos espirituales de los sacramentos, pero en este campo (no de validez objetiva, sino de frutos que se instauran en el alma), cada uno es responsable de sí mismo”.

Charamsa ponía el ejemplo de un sacerdote que se hubiera enamorado y hubiera dejado embarazada a su amante. En este caso, explicaba, “es verdad que no mantuvo sus promesas, pero acogió la vida. No se ha manchado con insistencias o colaboraciones con la pareja para realizar un aborto (y lamentablemente conozco también casos así). Ha acogido al hijo y es coherente y tiene el valor de dedicarse a cuidarlo, como padre”.

¿Qué hacer ante un sacerdote que ha pecado? Decía Charamsa: “Me gusta recordar lo que me decía el sabio rector de mi seminario, cuando nos advertía: nosotros, en nuestro celo, somos rápidos para condenar el pecado del otro, especialmente con nuestro hermano sacerdote, pero mirad bien, tendréis que pensar más bien cuánto bien ha hecho este hermano nuestro cuando era sacerdote, durante los años de su ministerio”.

“Deberíais fijar vuestra mirada sobre el bien hecho, y menos en la variedad de nuestros males, sobre los cuáles cada uno debe responder por sí mismo. Esto no significa laxismo o permisividad en lo relacionado con las promesas que se han roto, sino que significa: ¡la comprensión del otro, la misericordia exigente y la oración a Dios!”

“La validez de los sacramentos no depende del porcentaje de nuestra santidad, sino de los frutos que siembra en nuestros corazones, para quien treinta, para quien sesenta, para quien cien por ciento (pero cada uno es responsable de sí mismo: el sacerdote de su alma, y cada fiel de la suya)”.

Pero también es importante recordar algo que Charamsa no decía, y que está recogido en el Código de Derecho Canónico, Can. 916, y que es válido para todos los fieles, sacerdotes incluidos: “Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave, no celebre la Misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya oportunidad de confesarse; y en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes”.

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