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Mi matrimonio ha fracasado: ¿Y ahora qué hago?

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 07/10/15
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Se puede empezar siempre de nuevo, estamos hechos para un amor verdaderoLa vida matrimonial aspira a una unión íntima y profunda. Una unión que sueña con ser eterna. Pero tantas veces fracasa en el camino. Es duro vivir el fracaso en el matrimonio.

Cuántos hombres y mujeres han visto truncado el sueño de sus vidas. Iniciaron el camino con la pasión de ese primer amor. Creyeron, confiaron, esperaron. Le entregaron a Dios su debilidad y confiaron en que el amor de Dios haría sagrado su amor humano.

Pero el tiempo, el desgaste, las decepciones de la vida, el estrés del camino, las exigencias de la vida familiar, la infidelidad, fueron haciendo disminuir ese primer amor.

La dureza del fracaso se queda grabada en el alma para siempre. Sin querer buscar culpas el dolor permanece. Es el momento de volver a entregarle la vida a Dios, poniendo nombre al propio fracaso.

El anhelo de plenitud y de amor verdadero permanecen, no mueren. ¡Qué importante es no perder nunca la esperanza y seguir caminando con una sonrisa en el alma! Se puede empezar siempre de nuevo. Estamos hechos para un amor verdadero.

¿Cómo es posible rehacer la propia vida después de haber vivido el fracaso? ¿Cómo volver a creer en el amor después de haberlo perdido? En la vida fracasamos muchas veces. Y nos levantamos. El amor no es perfecto y a veces nos sentimos engañados.

¿Sufres? Es la hora de tu amor, pueden ayudarte estas oraciones

Decía una oración del libro Hacia el Padre de José Kentenich: “Cuando mi pecho está oprimido y a punto de estallar y las alas del alma se repliegan exánimes; cuando giro aún demasiado en torno a mí. Entonces mi alianza suscita todas mis fuerzas diciéndome: ¡Ha llegado la hora de tu amor!”.

Llega la hora de mi amor cuando me fallan las fuerzas, cuando me tambaleo cansado. La verdad es que no quiero dejar de confiar en todo lo que Dios ha pensado para mí, en toda su historia de amor conmigo, en su camino de alianza. Esa alianza que sellamos con María pidiéndole que no nos dejara nunca solos. No quiero pensar que Dios se ha bajado de mi barca en medio de la tormenta.

Una persona rezaba:

Tú llevas el timón de mi barca. ¡Cuánto me cuesta creerme que es así! Me quiero abandonar en ti, pero mi mano no suelta el timón. Me aferro a la esperanza del que cree que la vida está en sus manos. Confiar significa abandonar y creer contra toda esperanza. Pero yo rara vez lo hago del todo. Déjame quererte tan torpemente como te quiero. Déjame caminar contigo aunque sienta que no te sigo. Déjame vaciarme en tus manos aunque intuya que en mi interior me he guardado aún mucho. Confío en que estás siempre en mi vida, pero me cuesta confiar cuando las nubes se cierran y parece que no hay salida. Está todo oscuro y temo con toda mi alma”.

Así sucede en la vida tantas veces. Tememos. Se acaba la esperanza. Miramos hacia atrás confundidos. Queremos volver a encendernos en la fuerza de nuestro primer amor. Ese primer amor que nos llevó a dar el primer paso confiados.

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