En el Aniversario de su muerte publicamos una poesía suya dedicada a la Madre de Dios
Himno (1835)
En la aurora, a mediodía, y en el desvanecente crepúsculo
¡María, has escuchado mi himno!
En las alegrías y en las tristezas, en lo bueno y en lo malo,
¡Madre de Dios, quédate conmigo!
Cuando las horas volando transcurrieron,
y no oscurecía el cielo una nube,
quizá para que mi alma negligente no se extraviara,
tu gracia la guió hacia la tuya y hacia ti;
y hoy, cuando las tempestades del destino
cubren sombrías mi presente y mi pasado,
¡permite que mi futuro brille rutilante
con dulces esperanzas, tuyas y mías!