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Charles Darwin nunca renegó del proyecto de Dios

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Gelsomino del Guercio - publicado el 01/10/15

Se subastó una carta en que el científico niega la Biblia y a Dios. En realidad él fue creyente y siempre estuvo atormentado por el “diseño inteligente”

Unas pocas palabras escritas por Charles Darwin causaron sensación. Se trataba de una carta autógrafa del naturalista británico, en donde afirmaba claramente no creer en la versión de la creación ofrecida por la Biblia y declaraba su agnosticismo en relación con la fe cristiana.

La carta, que fue subastada en Nueva York, por la casa Bonhams el 21 de septiembre de 2015, tiene fecha del 24 de noviembre de 1880, y su valor estimado estaba entre 70.000 y 90.000 dólares (Globalist.it, 18 de septiembre).

Charles Darwin nunca renegó del proyecto de Dios

“No” a la Biblia y a Jesús

Darwin respondía a una carta anterior recibida por un joven abogado, Francis McDermott, el cual quería saber por él si creía en el Nuevo Testamento. Le pidió que respondiera con un simple “sí” o “no” y precisó que no revelaría a nadie su respuesta.

Darwin respondió con pocas y claras frases: “Lamento tener que comunicar que no creo en la Biblia como una revelación divina y, por lo tanto, tampoco en Jesucristo como hijo de Dios(jobnews.it, 17 de septiembre).

De joven estuvo cerca del Evangelio

De hecho, el periodista y escritor Francesco Agnoli, experto en temáticas vinculadas a la relación ciencia y fe, explica a Aleteia que “Darwin abandonó la fe en el cristianismo”.

Pero descartarlo como ateo tout court es equivocado. Abandonó su credo religioso con el tiempo, porque de joven era un convencido defensor de la Palabra de Dios.

“Su primer artículo – sostiene Agnoli – escrito junto a Fitzroy sobre South African Christian Recorder en 1836, cuenta cómo los misioneros cristianos contribuyeron al bien de las poblaciones indígenas, alejándolas de prácticas como el sacrificio humano y el infanticidio. En esa época Darwin creía en la fuerza civilizadora del Evangelio. Con el tiempo se alejó de la fe en la Biblia y en la Revelación”.

Nunca “contra” el Creador

Poco a poco Darwin se alejó de esta posición, declarándose “agnóstico” (nunca ateo) sin “cortar” con la doctrina cristiana. No es casualidad, prosigue Agnoli, que “al final de El origen de las especies cite al Creador, y en varias cartas dice que su teoría no está contra el Creador”.

“Durante toda la vida dirá que no es capaz de entender realmente la existencia de Dios: ‘Mi juicio es a menudo fluctuante’, escribe en una carta; en otra parte se define agnóstico, pero afirma que esta misma definición no siempre es justa: oscila entre creer en un Dios creador, no creer, y no decantarse por ninguna de las dos”.

“No es sólo el fruto de una fuerza ciega”

En otro lado afirma: “No logro verlo claro”.

“Por otra parte no puedo contentarme con ver este maravilloso universo y sobre todo la naturaleza del hombre y deducir que todo ello es el resultado de una fuerza ciega. Soy propenso a mirar cada cosa como el resultado de leyes diseñadas (as resulting of designed laws), y que los detalles, sean buenos o malos, sean el resultado de aquello que podemos llamar casualidad (…). No puedo pensar que el mundo así como lo vemos, pueda ser el resultado de la casualidad; y, sin embargo, no puedo mirar cada cosa separada como si esta fuera el resultado de un diseño. Percibo en lo más profundo que toda la cuestión es demasiado profunda para la inteligencia humana. Es como si un perro intentara especular sobre la mente de Newton” (C. Darwin, The Correspondance of Ch. Darwin, Cambridge UP, Cambridge 1985-1995, 224).

El “lado” del cristiano Wallace

Luego se subraya que la teoría de la selección natural la presentó junto a sir Alfred Wallace. “Ellos son los dos padres de la selección natural – subraya Agnoli -. Wallace siempre ha sido un teísta, en cambio Darwin pasa de la fe cristiana a la pérdida de la fe cristiana. En tres cartas distintas dice: ‘ya no creo en la Revelación, ya no creo en la Biblia’. Pero nunca dice ya no creo en Dios”.

Darwin y el “teísta” Lyell

Entre los primeros defensores de la evolución, hay muchos cristianos devotos, que no están de acuerdo con Darwin, sin embargo, en cuanto al origen del hombre.

Agnoli cita por ejemplo a sir Charles Lyell, cuyo volumen Principios de geología es esencial para los estudios del amigo Darwin, quien en su autobiografía alaba su inteligencia y sus obras y lo define como “teísta decidido”.

El frente de los opositores

Al mismo tiempo, entre sus opositores hay muchos científicos (de hecho la visión de la evolución de hoy es muy distinta a la de entonces).

“Quien critica más o menos fuertemente algunas ideas darwinianas, no tanto sobre el evento-evolución sino sobre sus mecanismos, son, por ejemplo, sólo en Inglaterra, estudiosos como sir Richard Owen (1804-1892), profesor de Anatomía y Fisiología Comparada y miembro de la Royal Society, para quien las diferencias entre hombre y animal son de calidad y no de grado; los físicos de Cambridge sir William Thompson (1824-1907), futuro lord Kelvin, y George Stokes (1819-1903); Benjamin Brode (1783-1862), anatomista y fisiólogo, presidente de la Royal Society; Alfred William Bennett (1833-1902), botánico, ambos contrarios a la posibilidad de la existencia de etapas intermedias de la evolución (consideradas inútiles y dañinas)”.

“Veo un diseño inteligente”

Además hay que decir que son muchas las cartas en que Darwin dice: “yo veo, en general, un diseño inteligente en la naturaleza, un crecimiento de complejidad de la vida y de la historia que no es casual, pero en el detalle se me escapa”.

La razón, observa el científico, “no logra resolver este problema”.

Conexiones entre átomos y estrellas

Hoy, agrega Agnoli, “física y cosmología nos enseñan algo que en la época de Darwin no se sabía: existe una importante conexión entre la evolución cósmica, cuyo padre es el sacerdote Lemaitre, la evolución terrestre, descubierta por el beato Niccolò Stenone, y la biológica; existen profundas conexiones entre las estrellas y los átomos, cosmos y hombres; existen condiciones cósmicas iniciales muy particulares, si faltaran no podría nacer la vida”.

“¿El universo es, por lo tanto, como una planta cuya flor es el hombre? Como una ‘mujer embarazada’, como escribió hace varios siglos san Agustín, hoy a menudo citado por los cosmólogos, ‘¿qué lleva en sí la causa de las cosas que saldrán a la luz en el futuro?’” (San Agustín, Sobre la Trinidad, III, 9,16).

“Una centralidad no geométrica”

Ciertamente, como observa el astrofísico Piero Benvenuti, asistente secretario general de la Unión Astronómica Mundial, estamos frente a un “vínculo descubierto entre hombre y cosmos”, frente a una descubierta “centralidad”, no geométrica, como en el sistema aristotélico-tolemaico, pero bíblica (Piero Benvenuti con Francesco Brancaccio, Contempla el cielo y observa, san Pablo, Milán, 2013).

“Mucho más, como el cosmos está sintonizado para acoger al hombre, así las leyes de la física y la mente humana están de alguna manera, también ellas, sintonizadas entre sí, de manera que el hombre puede comprenderlas”.

“Algo guiado”

Hoy, concluye Agnoli, “la evolución aparece cada vez más como algo guiado, y el universo no como un conjunto de hechos accidentales, desvinculados y casuales, sino como un diseño unitario, una armonía de instrumentos diversos, dirigidos por un único director”.

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