La serie creada por el escritor George R.R. Martin ha dejado clara la pujanza de la audiencia que busca conflicto, dolor, muerte y sufrimiento
Clasificación por edades: No recomendada a menores de 16 años
Los galardones que premian la calidad/popularidad en las series televisivas americanas tienen, de arranque, una interesante diferencia con respecto a lo habitual en este tipo de reconocimientos: discriminan el drama de la comedia.
Esto permite tener casi el doble de premiados, pero también reconocer las enormes diferencias que existen en ambos géneros, tanto de contenido como de público al que va dirigido como del propio ánimo con el que el espectador afronta ambos tipos de series.
También facilita el que sigamos, miles de años después, respetando esas dos máscaras que desde los tiempos del teatro clásico griego identifican la esencia de lo que debe transmitirnos alguien desde un escenario (aunque en este caso sea la cada vez menos pequeña pantalla).
En los últimos años la gran triunfadora de la noche ha sido claramente “Modern Family”, que desde su quizá ya anacrónico título ha dejado claro que los nuevos tipos de agrupaciones familiares cada vez menos tradicionales son un magnífico lugar desde el que seguir apostando por unos valores de amor, protección, apoyo y respeto que sí que lo tienen todo de tradicional. Escenificar los pequeños y grandes conflictos cotidianos en modo comedia, recurriendo para ello a personajes que pese a ser casi arquetipos no dejan de ofrecer modelos con los que identificarnos o identificar a nuestro entorno, continuaba siendo casi la receta segura del éxito indiscutible. Hasta este año.
Ha sido a la quinta la vencida, cuando la adaptación televisiva está a punto de sobrepasar al propio material literario original y cuando a decir de muchos se ha ofrecido la temporada más floja hasta el momento. Pero no siempre llega la recompensa cuando se la espera. Y un poco al estilo de lo que sucedió con la última parte de “El Señor de los Anillos”, todo el mundo pareció ponerse de acuerdo en los Oscars de 2004 para que llovieran estatuillas sobre “El retorno del rey” hasta romper récords históricos.
En este caso han sido hasta doce los premios Emmy que ha atesorado “Juego de Tronos”, empezando por el de Mejor Drama y (ya sin añadir la etiqueta “Drama”, pues explicamos anteriormente que existe también el mismo listado de premios para la categoría de Comedia) y acompañado de los de Mejor Dirección y Mejor Guión. En una ceremonia en la que por fin se reconocía (con la serie ya concluida) el gran trabajo de Jon Hamm al haber dado vida al inolvidable Don Draper en “Mad Men” también se premiaba justamente el trabajo de Peter Dinklage como actor de reparto con su Tyrion Lannister también ha entrado con merecimiento en el panteón de los personajes televisivos inmortales.
Eran los principales premios y se los ha llevado todos la trama fantástica y violenta, sumados a un buen número de galardones en apartados técnicos (estos se habían entregado con anterioridad en una ceremonia específica), lo que permite afirmar que el esfuerzo sin precedentes para conseguir recrear un mundo completamente imaginario (aunque con evidentes inspiraciones en diversos períodos históricos reales) no ha sido un factor menor a la hora de lograr la popularidad sin precedentes de esta serie.
De la (inicialmente quizá) poco convencional familia moderna y feliz que arrasaba desde hace unos años en el apartado de Comedia al enfermizo laberinto de pasiones, intrigas palaciegas, conspiraciones sangrientas, atracciones fatales, pactos contra natura y felonías varias que ha arrasado este año en el apartado de Drama, cual si de una nueva Boda Roja se tratase (ver el noveno episodio de la tercera temporada de “Juego de Tronos”), la serie creada por el escritor George R.R. Martin ha dejado clara la pujanza de la audiencia que busca conflicto, dolor, muerte y sufrimiento, todo ello en beneficio de los intereses personales y egoístas de la gran mayoría de los personajes que habitan Poniente, casi todos ávidos de poder.
Nos queda el consuelo de que el relevo con respecto a “Modern Family” en el apartado de Comedia ha sido la serie “Veep” (Mejor Comedia, Mejor Actriz Principal, Mejor Actor de Reparto, Mejor Guión). Contrapartida equiparable en los galardones principales (por evidentes razones, no tanto en el apartado técnico) y que permite albergar la esperanza de que también entre los bastidores del poder (“Veep” se ambienta en la trastienda de la vicepresidencia estadounidense) sigue quedando espacio para la risa y no solo para la sangre, la violencia y la traición.