Nueva York, incluidos los sintecho, estaba preparada para recibir al Papa
Parece que todo el mundo trata de subirse al carro de Francisco estos días. Como periodista estoy recibiendo muchos correos electrónicos de organizaciones que quieren mostrarme que su causa está en sintonía con el mensaje que el «invitado de honor» trae a DC, Nueva York y Filadelfia.
«La visita del Papa a los Estados Unidos está redoblando los esfuerzos por terminar con la encarcelación masiva, promover la reforma de la inmigración y elevar los salarios y situaciones de los trabajadores», señala un comunicado de prensa. «El Papa se ha propuesto, como uno de los principales objetivos de su papado, ayudar a la difícil situación de los trabajadores con salarios bajos», dice otro.
Ayer el Papa iba a visitar el centro de prensa. Hacia allí me dirigía cuando (en el cruce de la 42 de Manhatan desde Grand Central Terminal a Times Square) me encontré con Rob (en la foto). Esperaba ver muchos sintecho en Nueva York; mis amigos me habían contado que el número de personas que viven en la calle había aumentado durante el año pasado. Pensaba pararme a hablar con algunos. Solo para saber qué pensaban acerca de la inminente visita de Francisco a la Gran Manzana. Pero pronto cambié de idea. «Bueno, ¿qué van a saber estos de lo que el Papa está diciendo o haciendo?». Rob me lo puso fácil.
«POR FAVOR, AYUDADME», podía leerse en el cartón que llevaba. «Recordad, el Papa está observando».
En otro trozo aparecían las letras «WWPFD»? Un tercero explicaba brevemente la razón por la que Rob necesitaba ayuda. Allí es donde los acontecimientos dinero un giro.
Sí, lo sé. Es igual que esas personas que, en la puerta de la iglesia, esperan a que acabe la misa para aprovechar los sentimientos piadosos de los fieles que acaban de tomar la comunión. Me gusta llamarlo «la tercera colecta».
Pero de todos modos me paré. Rob era de Jersey. Me contó que ya había sido antes un sintecho, pero luego un trabajo en una feria lo sacó de la calle. Ahora, la temporada de feria había terminado y no podía ahorrar ni siquiera para un huevo que llevarse a la boca.
Yo había escuchado hacía poco que la Iglesia de Nueva York contribuía, con 12 millones de dólares, a ofrecer 500 camas para los sintecho por medio de organizaciones religiosas con fines benéficos.
El alcalde de Nueva York Bill De Blasio y el cardenal Thimoty Dolan presentaron esta iniciativa en la víspera de la llegada del Papa.
Las páginas web de dichas organizaciones benéficas católicas anunciaban:
Este miércoles, en el St. Anthony Shelter for Renewval de Blasio y Doland coincidieron en que este esfuerzo estaba en sintonía con las enseñanzas del Papa.
«Estamos ampliando la agenda papal», decía De Blasio. «Estamos respondiendo a su llamada a la acción».
Aparentemente, como muchos sintecho, Rob no creía en los albergues. Ya había tratado de vivir en uno, pero lo abandonó, descalzo, una noche después. Otro residente le había amenazado con un cuchillo para que le diera sus zapatillas.
«Esos sitios son una locura», contaba.
Así, sin trabajo ni familia que lo acogiese, vivía en las calles. Era mediodía y el sol pegaba con fuerza. La gente andaba deprisa por la calle, vestida con ropa ligera. Sin embargo, Rob sabía perfectamente que el invierno estaba llegando.
No pude hablar demasiado con él, no lo suficiente para saber si era sincero o, por el contrario, quería dinero para pagarse algún mal vicio. ¿Quién sabe?
Le dije que era periodista y me dejó hacerle esta foto.
Cuando ya me iba, señalando el WWPFD que estaba escrito en su cartón, le pregunté: «¿Qué es lo que debería hacer el Papa?» «No sé», reflexionó. «Probablemente darme un dólar».
Yo lo hice y le di la mano.