A las religiosas de los Estados Unidos. ¿Qué sería de la Iglesia sin ustedes?

“Quisiera, de modo especial, expresar mi admiración y gratitud a las religiosas de los Estados Unidos. ¿Qué sería de la Iglesia sin ustedes? Mujeres fuertes, luchadoras; con ese espíritu de coraje que las pone en la primera línea del anuncio del Evangelio. A ustedes, religiosas, hermanas y madres de este pueblo, quiero decirles “gracias”, un “gracias” muy grande… y decirles también que las quiero mucho”. Una frase que fue constantemente interrumpida por los aplausos.

Con estas inesperadas y afectuosas palabras, el Papa Francisco saludó a las numerosas religiosas presentes en la catedral neoyorquina de San Patricio. Un significativo gesto conciliador, teniendo en cuenta que estaban presentes representantes de todas las congregaciones del país, incluyendo algunas que se han significado en posiciones rebeldes con el Magisterio de la Iglesia.

Y un gesto afectuoso de este Papa pastor y constructor de puentes a todas las religiosas sin distinciones, después de las dificultades que llevaron a la visita apostólica realizada durante varios años por el cardenal Franc Rodé, a petición de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Tampoco el Papa rehuyó la dolorosa cuestión de los abusos sexuales por parte del miembro del clero, y del daño que ha sufrido la imagen de la Iglesia católica en el país por esta causa: “Con las palabras del Apocalipsis, les digo que soy consciente de que “vienen de la gran tribulación” (7,13). Los acompaño en este tiempo de dolor y dificultad”.

El Papa Francisco centró su discurso a los religiosos, como viene haciendo últimamente, advirtiendo claro y fuerte contra el “espíritu de mundanidad” en la Iglesia, y concretamente, contra la tentación de la eficiencia administrativa y la del ocio y el uso del tiempo libre.

La “gratitud” y la “laboriosidad” deben ser los dos signos distintivos de la vida religiosa: “La alegría de los hombres y mujeres que aman a Dios atrae a otros”, y “un corazón agradecido busca espontáneamente servir al Señor y llevar un estilo de vida de trabajo intenso”.

Advirtió contra la trampa de “medir el valor de los esfuerzos apostólicos con los criterios de la eficiencia, de la funcionalidad y del éxito externo, que rige el mundo de los negocios”: “La cruz nos indica una forma distinta de medir el éxito: a nosotros nos corresponde sembrar, y Dios ve los frutos de nuestras fatigas”.

Respecto al ocio, el Papa advirtió contra el peligro de utilizar mal el tiempo libre: “El descanso es necesario, así como un tiempo para el ocio y el enriquecimiento personal, pero debemos aprender a descansar de manera que aumente nuestro deseo de servir generosamente. La cercanía a los pobres, a los refugiados, a los inmigrantes, a los enfermos, a los explotados, a los ancianos que sufren la soledad, a los encarcelados y a tantos otros pobres de Dios nos enseñará otro tipo de descanso, más cristiano y generoso”.