Este lunes, la tercera jornada del Papa Francisco en Cuba, culminó con el momento más afectuoso de su visita: la peregrinación al Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad de El Cobre.
El pontífice puso a los pies de la Patrona de Cuba el futuro de la isla, y le encomendó esta intención particular: “Haz de la nación cubana un hogar de hermanos y hermanas para que este pueblo abra de par en par su mente, su corazón y su vida a Cristo, único Salvador y Redentor”.
¡Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba!
¡Dios te salve, María, llena de gracia! Tú eres la Hija amada del Padre,
la Madre de Cristo, nuestro Dios, el Templo vivo del Espíritu Santo.
Llevas en tu nombre, Virgen de la Caridad, la memoria del Dios que es Amor,
el recuerdo del mandamiento nuevo de Jesús, la evocación del Espíritu Santo: amor derramado en nuestros corazones, fuego de caridad
enviado en Pentecostés sobre la Iglesia,
don de la plena libertad de los hijos de Dios.
¡Bendita tú entre las mujeres
y bendito el fruto de tu vientre, Jesús! Has venido a visitar nuestro pueblo
y has querido quedarte con nosotros como Madre y Señora de Cuba,
a lo largo de su peregrinar
por los caminos de la historia.
Tu nombre y tu imagen están esculpidos
en la mente y en el corazón de todos los cubanos, dentro y fuera de la Patria,
como signo de esperanza
y centro de comunión fraterna.
¡Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra!
Ruega por nosotros ante tu Hijo Jesucristo, intercede por nosotros con tu corazón maternal, inundado de la caridad del Espíritu. Acrecienta nuestra fe, aviva la esperanza, aumenta y fortalece en nosotros el amor.
Ampara nuestras familias,
protege a los jóvenes y a los niños,
consuela a los que sufren.
Sé Madre de los fieles
y de los pastores de la Iglesia,
modelo y estrella de la nueva evangelización.
¡Madre de la reconciliación!
Reúne a tu pueblo disperso por el mundo. Haz de la nación cubana
un hogar de hermanos y hermanas
para que este pueblo abra de par en par su mente, su corazón y su vida a Cristo, único Salvador y Redentor,
que vive y reina con el Padre
y el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
Amén.