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Mi madre, religiosa, fue violada y yo nací

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Aleteia Team - publicado el 16/09/15

Dios me ha dado una oportunidad que es negada a millones de bebés cada día

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Me animé a escribir esto después de haber leído un artículo que publicaron sobre los bebés concebidos en una violación. Han pasado tres años desde que me enteré de que fui concebida de esa manera y es la primera vez que hablo tan extenso de esto.

Al inicio intentaba negarlo (o no pensar demasiado en ello), pues para mí la primera impresión fue que no estaba en los planes de nadie de mi familia, mucho menos en los planes de mi madre, ¡de verdad! Ella había planeado una vida totalmente diferente a la que tiene ahora conmigo.

Era una religiosa consagrada en el momento de la violación (había hecho los votos perpetuos 5 años antes de mi nacimiento). Sé que ella era una gran religiosa, ella tenía (aún tiene) la misma mentalidad de san Juan Pablo II: darles protagonismo a los jóvenes dentro de la Iglesia.

Hay muchas cosas que aún desconozco sobre lo que sucedió porque me enteré por medio de algunas cartas viejas que le escribieron a mi mamá en esa época. Todo el embarazo mi madre lo pasó lejos de su país, recibiendo cartas de su familia, su mejor amigo (un sacerdote, que es mi padrino de bautizo) y algunas de sus hermanas de la comunidad.

Siento que Dios comenzó a actuar desde un principio por medio de la madre superiora de la congregación, cuya única preocupación desde un principio fue protegerla.

Ella, junto con la familia de mi mamá, había pensado que  lo mejor sería alejarla de su entorno para que pudiese tomar una decisión sin presiones y también para proteger a la comunidad de las hermanas. Ella decidiría si darme en adopción y regresar a la comunidad, o dejar los hábitos y ser mamá.

Sé que Dios se ha manifestado a través de las personas que rodeaban a mi madre en ese entonces, y pude palpar cómo iban avanzando los sentimientos a través de los meses (no tenía las cartas que había escrito mi mamá, pero tenía las respuestas).

He leído todas sus cartas más de una vez, y siempre mis favoritas han sido 3. Cada una tiene algunos meses de diferencia, por lo que los ánimos y emociones son diferentes, y creo que me ayudarán a explicarlo mejor.

Pude notar cómo al principio todo estaba nublado para ella, cómo había sentimientos de culpabilidad (esto es muy común por lo que entiendo, no sólo afectan a la víctima sino a todo su entorno porque piensan que podría haberse evitado), cómo ninguna solución parecía ser la correcta y en realidad la única respuesta clara era encomendarse a Dios.

En una de las cartas, mi padrino le escribió lo siguiente: “Mi querida R., aún estos días me atormenta pensar por qué no estaba yo ahí para defenderte y por qué ha permitido que esto te suceda a ti, pero he encontrado un poco de calma en la Palabra de Dios, con la lectura de Job. Dios nos pone a prueba para ver nuestra fidelidad, sé que saldrás bien de esta, como siempre lo haces!”.

Leer sobre eso en un primer momento fue lo más parecido a un baldazo de agua fría.

Creo que a todos nos gusta pensar que hemos sido planeados y amados (o por lo menos amados) desde el primer momento, pero la realidad es que aunque al principio no sea así, o en muchos casos nunca sea así, Dios sí nos ama desde el momento en que nos planea en este mundo.

Yo tardé bastante en comprenderlo, pero la clave fue agarrarme de la mano de Dios para comprender que sí tenía un propósito.

Conforme iba pasando el tiempo, pude notar que la gente que nos rodeaba me había tomado cariño, cómo me tomaban en cuenta en cada situación posible.

Ya no era solo el bien de mi mamá, sino también el mío, porque aunque al principio fue difícil de entender, las decisiones que ella tomaría también iban a afectarme a mí. Todos comenzaban a vernos como una familia.

Una religiosa le envió una tarjetita de buenos deseos con el siguiente texto: “Querida R., espero que te encuentres bien. Te encomiendo siempre en mis oraciones, a ti y a esa criatura que traes en tu vientre. Pobrecita mía, ella no tiene la culpa de nada, es una inocente que no tiene por qué pagar los errores de otro. Querida R., fuerza!”.

En ese momento lo comprendí todo, y estoy segura de que mi mamá también comenzó a superar su depresión alrededor de la época que llegó la carta.

“Bueno eso es, soy la hija de una violación, puedo quedarme lamentándome de ser un accidente o puedo agradecer a Dios cada día por haberme permitido vivir y crecer con una gran mamá”.

Leer esa pequeña tarjetita fue como volver a nacer. Conforme he ido creciendo, he ido descubriendo los planes que Dios me había preparado, y ahora que sé de dónde vengo, tengo muchas más ganas de cumplirlos porque siento que Él me ha dado una oportunidad que es negada a millones de bebés cada día.

Finalmente llegó el día de mi nacimiento, en diciembre de 1993. Llegué totalmente sana gracias a Dios y mi madre también estuvo en perfecto estado de salud.

Este pequeño texto se lo escribió mi padrino ese día: “Querida R., gracias. Gracias porque hoy le dices sí a la vida”.

No puedo decir que ahí todo se volvió más fácil pues quedaban muchas cosas delicadas, entre ellas pedir a la Santa Sede la dispensa de los votos explicando los motivos que la obligaban a eso.

Pero Dios no permite un mal sin sacar algo bueno de él; y después de mi nacimiento, mi mamá consiguió trabajo en la conferencia episcopal de mi país, logrando, después de unos años, ser la responsable nacional del área de juventud.

Él no permitió que ella se alejara de su opción de trabajar por los demás, por los jóvenes, aunque no fuera lo que había planeado a un principio.

Yo crecí en ese ambiente, con jóvenes cercanos a Dios a los que no les daba vergüenza su fe, que seguían a Jesús y amaban a la Virgen María; por eso mismo hoy soy una joven enamorada de su fe y su Iglesia.

Ya para concluir, solo me queda agradecer a Dios por la oportunidad que me ha dado, primero de llegar a este mundo y segundo de crecer al lado de una madre que nunca consideró el aborto como una opción.

No ha sido nada fácil, sobre todo para ella, pero cada noche nos encomendamos a Dios y les pedimos su intercesión a todos aquellos que nos han dejado, entre ellos la superiora del convento.

Hemos aprendido de todo juntas, creo que ser sólo las dos hace que tengamos un vínculo especial, y creo que la manera como yo llegué a su vida hace que el amor que ella me tiene sea diferente, por todas las situaciones que tuvo que pasar para llegar hasta donde estamos ahora.

Espero que este testimonio les sirva de algo a aquellas mujeres que, como mi mamá, están ahora mismo decidiendo el futuro de sus hijos.

¡Por favor, nunca piensen en el aborto! Dios les tiene un amor especial y grandes planes a los niños que han venido sin ser deseados, y a las mamás les tiene una gran recompensa por decirle sí a la vida a pesar de que esta vida venga de una situación tan triste.

Y a las personas que han sido concebidas por una violación: ¡por favor, honren a Dios cada día de su vida!

Este conmovedor testimonio llegó a Aleteia desde las redes sociales como respuesta a nuestra publicación ¿Dios quiere la vida que viene de una violación?. Agradecemos la valentía de su autora, que quiere permanecer en el anonimato, y esperamos que este relato toque los corazones de quienes lo lean.

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