La bella tradición milenaria que sigue viva en un castigado pueblo cristiano de Siria El día de Pascua del año 622, el emperador bizantino Heraclio decidió ir a combatir a los persas para recuperar la reliquia de la Santa Cruz, sustraída durante la toma de Jerusalén unos años antes.
En 628 fue recuperada en Constantinopla e instalada el 14 de septiembre en el monte Gólgota. Desde entonces la Cruz Gloriosa se celebra ese día en todo el mundo, con pompa en Siria y especialmente en Maalula, un pueblecito mayoritariamente cristiano.
El descubrimiento de la Vera Cruz por santa Elena
Cada año, los habitantes rezan, cantan y danzan en esta ocasión, y después ascienden la montaña hasta la cruz que domina la ciudad.
Con ello, Maalula “recuerda su historia”, explica una de sus habitantes. Una historia muy lejana porque se remonta a santa Elena, que descubrió la Vera Cruz en Jerusalén, ¡en el año 326!
Cuando encontró el tesoro, santa Elena ordenó que el fuego iluminara todas las cimas de las montañas de la región, para que la población se precipitara a Jerusalén y venerara la reliquia.
La historia y su leyenda se cruzan en Maalula: la montaña del pueblo es una de las que permitió extender la gran noticia. Los habitantes encienden por eso hogueras cada año para recordar, y para continuar haciendo brillar la cruz sobre toda la región.
La sombra de la guerra, de los mártires y de los secuestrados
La víspera del pasado 14 de septiembre, la población y sus visitantes entonaron las Vísperas y cantos arameos para exaltar la cruz resonaron a la salida de la iglesia.
Ortodoxos y católicos se encontraron en la plaza del pueblo y brindaron por la salud con una copa de arak (una bebida alcohólica local de anís) en la mano.
Después se dirigieron a la montaña para lanzar troncos con fuego desde la cumbre, siguiendo una tradición ancestral.
En 2013, los yihadistas ocuparon el pueblo y la fiesta no se celebró. Hasta la primavera de 2014, los habitantes no pudieron ver su pueblo liberado. Seis meses después, la fiesta de la Cruz, famosa en toda Siria, se retomaba.
Una ceremonia gozosa, a pesar de la guerra, de la sangre derramada de los mártires de la aldea y de la ausencia de seis maalulitas todavía rehenes de los islamistas.
La procesión llegó al lugar donde tres hombres fueron asesinados en 2013 por haber rechazado convertirse al islam.
Pero la esperanza permanece y las llamas han brillado este año hasta la madrugada, antes de que los habitantes se encontraran para la misa mayor y continuaran cantando hasta la noche cerrada.