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Superman, Taylor Swift o Pablo Alborán, los nuevos dioses de los adolescentes

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Carlos Aguilera - publicado el 11/09/15

¿Cómo acceder a su mundo interior y despertar en ellos el atractivo que porta el mensaje cristiano?

Existe una confusión en la definición de muchas de las palabras actuales, especialmente aquellas que tienen que ver con la dimensión religiosa del hombre. En ocasiones hasta se ha cambiado radicalmente el significado e incluso en otras se desconoce por completo. Palabras como caridad, pecado, prójimo o Cristo muchas veces generan una desconexión inmediata en los adolescentes; vuelven a la burbuja posmoderna que les permite su smartphone.

Los adolescentes llenan sus cuartos de superhéroes y cantantes que, aunque la realidad termine poniéndolos en su sitio, son a día de hoy los nuevos dioses del mundo; de barro sí, pero les parecen reales y atractivos. ¿Cómo acceder a ese mundo interior lleno de ídolos de la cultura pop actual? Y lo que parece aún más difícil, ¿es posible despertar en ellos el atractivo que porta el mensaje cristiano?

El problema es que muchas veces hablamos idiomas distintos. El cine, la música y las series de televisión, pueden ser un reflejo de lo que sucede en el interior del ser humano. Solo un adulto con una mirada amplia, como la que Cristo genera, es capaz de abrazarlo todo, también los ídolos de este mundo.

Como decía Juan XXIII hasta en el mejor cine puede hallarse aspectos menos sinceros y representaciones peligrosas para ojos ingenuos e inocentes. Pero esta es una ley inherente a la condición humana, que necesita ser estudiada y juzgada no sólo con detalle, sino en el conjunto con una mirada amplia y grande. ¡Sin miedo! Y con la certeza de que el corazón humano está hecho para reconocer lo que le corresponde.

¿Por qué nos escandalizamos cuando una adolescente “ama” a su cantante de moda preferido como One Direction o Taylor Swift; por qué nos asustamos cuando nuestro hijo se convierte en un clon de su superhéroe preferido o se deja arrastrar por el poder de la fuerza en Star Wars? Pues porque lo vemos como un derroche de energía desproporcionado, y sabemos que confunden un referente cultural con un dios que no podrá responder a los anhelos más hondos de su corazón.

Todos, también los adolescentes más rebeldes (que son mis preferidos), están hechos para entrar en una relación con Dios. Es una inclinación natural que requiere un trabajo para poder reconocerla y entenderla. Y su amor por una actriz de cine o por un cantante no es más que un signo de ello. Como dijo Juan Pablo II, el cine puede hacerse intérprete de esta inclinación natural que hay en lo humano por el bien, la bondad y la belleza.

La Iglesia aunque tuviera un inicio complejo con el cine, siempre se ha caracterizado por un intenso amor por el diálogo entre cultura y fe. Hoy ya se sabe, y nadie se escandaliza con ello, que se puede estructurar una catequesis con la trilogía de Toy Story en torno a la relación entre comunidad, pertenencia y vocación; que es posible adentrarse en la existencia del mal o en el concepto de identidad y misión, a través de la trilogía de Cristopher Nolan sobre Batman; y que podemos detectar una herida humana universal en películas como Babel, London River, De dioses y hombres o Gran Torino.

Incluso a través del Chandelier de Sia, una de las canciones del año, podemos encontrar una bella vergüenza (Here comes the shame, here comes the shame) que indica que lo humano grita en nuestro interior aunque lo intentemos ahogar con el ruido del mundo.

Somos una gran pregunta y toda la creación conspira por que salga a flote. Por ello, la mirada cristiana vibra ante cualquier atisbo de bien que hay en todo aquello con lo que se encuentra, pues le hace reconocer ese designio bueno que se oculta (a la vista) en todo lo creado.

El lenguaje audiovisual puede ser un gran aliado a la hora de entrar en contacto con las nuevas generaciones. ¿De qué serviría una catequesis o una homilía si los que escuchan no están verdaderamente presentes?

Tags:
cine
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