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La Virgen María, ¿más misericordiosa que Dios…?

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Miguel Pastorino - publicado el 09/09/15

Revelaciones privadas y apariciones (1): Cómo identificar las falsas apariciones

Las apariciones marianas, a lo largo de la historia, han sido y son una demostrada fuente de frutos espirituales, conversiones, milagros y de renovación espiritual para muchos creyentes, incluso para que muchos alejados vuelvan a la Iglesia.

Pero en esta oportunidad no hablaremos de las apariciones aprobadas por la Iglesia, de las que hay suficiente información, sino de un fenómeno preocupante y del que no siempre hay claridad en la formación pastoral.

Es evidente el crecimiento de grupos de personas fanatizadas con la novedad constante de mensajes, enseñando doctrinas que se alejan de la Sagrada Escritura, de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia.

Tanto Benedicto XVI como Francisco han advertido en reiteradas ocasiones sobre los peligros de una fe centrada en fenómenos extraordinarios.

Muchos de los supuestos videntes y sus difusores, ostentan una pretendida ortodoxia, por ser defensores de todas las posturas morales de la Iglesia con radicalidad, pero enseñan una imagen de Dios contraria a la revelada en Jesucristo, fomentando en muchos casos la superstición y el pensamiento mágico.

Creen que la Virgen María es más buena y misericordiosa que Dios, y que intercede con grandes sufrimientos, para que Dios Padre se apiade de la humanidad y no nos castigue con baños de azufre y fuego, como un dios pagano irascible y malhumorado.

Ese Dios es un monstruo que no tiene nada que ver con el Padre del que Jesús nos habla en el Evangelio, lleno de misericordia. Además si María es más buena que Dios, él sería un ser imperfecto, cuyo amor es menor que el de una criatura.

El mismo papa Pablo VI advertía sobre esta desfiguración de la imagen de Dios y de la Virgen promovida por ciertas revelaciones privadas:

Algunos piensan con ingenua mentalidad que la Virgen es más misericordiosa que Dios. Con juicio infantil sostienen que Dios es más severo que la Ley, y que necesitamos recurrir a la Virgen ya que, de otro modo Dios nos castigaría. Es cierto que la Virgen es intercesora, pero la fuente de toda bondad es Dios”.

Algunos supuestos videntes se pronuncian con una gran autoridad, como si fueran un puente entre el cielo y la tierra, dando catequesis propias sobre el purgatorio, el infierno, la liturgia y el fin del mundo, con ideas muy alejadas de la fe de la Iglesia, pero en un lenguaje que suena ortodoxo y conservador.

Muchos de ellos, aunque dicen ser humildemente obedientes a la Iglesia, en realidad juzgan duramente a la Iglesia por no aceptar sus pretendidas revelaciones privadas, y con cierta soberbia dicen que “la Iglesia es lenta” y ellos creen estar un paso adelante del Espíritu Santo.

El mariólogo René Laurentin, expresa sintéticamente el fenómeno: “Las apariciones de la Virgen son las que atraen más gente… A pesar de esta importancia innegable, el estatuto de las apariciones dentro de la Iglesia es muy modesto y está puesto en discusión… Muchas de ellas son toleradas, aunque no reconocidas oficialmente” .

Discernir

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que ”a lo largo de los siglos hubo revelaciones llamadas privadas, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Guiados por el Magisterio de la Iglesia, los fieles deben discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia” (Nº 67).

Y el mismo Concilio Vaticano II en su constitución dogmática sobre la Iglesia afirma: “El Romano Pontífice y los Obispos, por razón de su oficio y la importancia del asunto, trabajan celosamente con los medios oportunos para investigar adecuadamente y para proponer de una manera apta esta Revelación; y no aceptan ninguna nueva revelación pública como perteneciente al divino depósito de la fe”. (LG 25)

San Juan de la Cruz escribió al respecto: “Si la fe ya está fundada en Cristo y en el Evangelio, no hay para qué preguntar más. En Cristo, Dios ya dijo todo lo que tenía que decir. Y buscar nuevas revelaciones y o visiones sería una ofensa a Dios, pues sería como sacar los ojos de Cristo, buscando alguna otra novedad” .

En 1738 el papa Benedicto XIV (dos años antes de ser nombrado Pontífice) escribió: “A las revelaciones privadas aunque hayan sido aprobadas por la Iglesia, no se les debe atribuir un asentimiento obligatorio. Por lo tanto uno puede rechazarlas y negarse a aceptarlas” .

¿El árbol se conoce por sus frutos?

Muchos de los difusores de “nuevos mensajes” apelan a sus frutos espirituales como garantía de la autenticidad de sus revelaciones (conversiones, milagros, fervor en la fe, confesiones, vocaciones, etc.). Y aunque por los frutos podemos deducir la acción de Dios, eso no significa que legitimen a los mensajes o a los videntes.

No siempre la bondad de los frutos espirituales autentifica la mediación. Es la iniciativa de Dios y la fe del creyente lo que hace posible el “encuentro”, la “conversión”, “el milagro”, pero no el vidente o la advocación tal o cual.

El sacerdote y teólogo venezolano J. Miguel Ganuza, experto en el tema del discernimiento de apariciones marianas escribió: “La Iglesia tiene singular empeño en distinguir los frutos que puedan darse con ocasión de tales apariciones, y la verdad de ellas. Pueden no ser auténticas, y sin embargo, producir abundantes frutos…”.

El entonces cardenal Ratzinger respondía a una entrevista: “Uno de nuestros criterios decisivos es el de no confundir el juicio sobre la verdad sobrenatural de los hechos, con los frutos espirituales que de ellos puedan proceder…”.

Existen santuarios desde la Edad Media, muy venerados con abundantes frutos espirituales, cuyas raíces históricas se hunden en la fantasía, y la mayoría de las veces no tienen base histórica. Y a pesar de tener un origen tal vez inexistente o legendario, esto no es obstáculo para que las peregrinaciones a estos lugares sean fructíferas e importantes para la vida del pueblo cristiano.

Es decir, no siempre los buenos frutos autentifican la veracidad del instrumento.

Por esta razón, la Iglesia cuando no aprueba ciertos mensajes o declara la “no sobrenaturalidad” de ciertas manifestaciones extraordinarias, no necesariamente condena las peregrinaciones o el culto a esa nueva advocación, ya que muchas veces los frutos espirituales son visibles y enriquecedores para la vida personal de los fieles y para toda la Iglesia.

Por estas razones, la Iglesia prioriza la caridad y la prudencia. Aunque no se aprueben nuevas revelaciones, se las tolera y no se las condena, salvo que se encuentren graves errores doctrinales en los mensajes o pongan en peligro la integridad de la fe de los fieles.

¿Los fenómenos extraordinarios son signos de autenticidad?

Muchos videntes o pseudomísticos apelan a los fenómenos extraordinarios que ocurren en torno a su experiencia religiosa, para autentificar su discurso.

Sin embargo, son muchos los fenómenos de este tipo que se dan fuera del ámbito de la fe cristiana, razón por la cual no siempre son un signo ni de la santidad de la persona, ni de la veracidad de su mensaje.

Los fenómenos extraordinarios se dan también en personas no creyentes, y no son necesariamente obra de Dios por ser “signos de poder”.

Por otra parte, las llamadas “visiones”, que la psicología llama alucinaciones, pueden ser sanas o de orden patológico, lo cual requiere también la ayuda del discernimiento científico en estos casos.

Y aunque se comprobara la normalidad de la visión (alucinación), es decir, no patológica, esto no la legitima como de origen divino, sino simplemente como “normal”, como a mucha gente le suceden sin connotaciones religiosas.

Por lo tanto, que exista un fenómeno de esa índole, no significa una intervención de la gracia. No es ésta la clave para el discernimiento, sino que el juicio está en su compatibilidad con la Sagrada Escritura y la Tradición, junto a la escucha obediente de los pastores.

San Pablo mismo nos advierte: “Pues sea maldito cualquiera –yo o incluso un ángel del cielo- que les anuncie un evangelio distinto del que yo les anuncié. Si alguno les anuncia un evangelio distinto del que han recibido, ¡caiga sobre él la maldición!” (Gal. 1, 8-9).

Son la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia quienes juzgan cualquier tipo de revelación privada y no al revés. Como afirmaba  Ratzinger: “los videntes ven, pero es la Iglesia quien interpreta”.

  1. L´Osservatore Romano, 18 de agosto de 1964
  2. Nuevo Diccionario de Mariología, Paulinas, 2000, voz: “Apariciones”.
  3. San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo, libro II, cap. 22.
  4. Benedicto XIV, Opera Omnia. De Servorum Dei Beatificatione et Beatorum Canonizatione, Roma, 1841, tomo II, cap. XXXII. Lo mismo es reafirmado por Pío XI en la encíclica Pascendi, del 8 de setiembre de 1907.
  5. GANUZA, Juan Miguel, Apariciones Marianas. Criterios teológicos de discernimiento. Conferencia dictada en el acto solemne de la Academia Mariana de Caracas del 2 de Febrero de 1991.
  6. GANUZA, Juan Miguel, Idem.
  7. LAURENTIN, René (1989). Apariciones actuales de la Virgen María. Madrid: RIALP.

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