La capacidad de reconocernos pecadores nos abre al estupor del encuentro con Jesús: es lo que ha dicho el Papa durante la Misa matutina en Casa Santa Marta en el día en que la Iglesia celebra la memoria de san Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia.
Hay dos modos para encontrar a Jesús
Comentando el Evangelio sobre la pesca milagrosa, con Pedro que lanza las redes fiándose de Jesús también después de una noche transcurrida sin haber pescado nada, el Papa habla de la fe como encuentro con el Señor.
Antes que nada, afirma, "me gusta pensar que la mayor parte del tiempo Jesús lo pasaba en las calles”, se “reunía con la gente, buscaba a la gente".
Por nuestra parte, tenemos dos formas de encontrar al Señor. La primera es la de Pedro, la de los apóstoles, del pueblo:
"El Evangelio usa la misma palabra para esta gente, para el pueblo, para los apóstoles, para Pedro, todos quedaron ‘sorprendidos’: ‘El estupor, de hecho le había invadido, a él y a todo el pueblo’. Cuando viene este sentimiento de estupor..
Y el pueblo escuchaba a Jesús y sentía este estupor, y decía: ‘Este habla con autoridad. Nunca un hombre habló como este’.
Otro grupo que encontraba a Jesús no dejaba que la sorpresa entrara en sus corazones. "Escuchaban a Jesús, hacían sus cálculos los doctores de la ley: ‘Es inteligente, es un hombre que dice cosas ciertas, pero no nos convienen estas cosas, ¡no!’. Hacían sus cálculos y tomaban distancia.
También los demonios saben que Jesús es el Hijo de Dios
Los mismos demonios, observa el Papa, confesaban, es decir, proclamaban que Jesús era "el Hijo de Dios". Pero como los doctores de la ley y los fariseos "no tenían la capacidad de sorpresa, estaban encerrados en su suficiencia, en su soberbia.
Pedro reconoce que Jesús es el Mesías pero confiesa también que es un pecador.
"Los demonios llegan a decir la verdad sobre Él, pero sobre ellos no dicen nada. No pueden: la soberbia es tan grande que les impide decirlo.
Los doctores de la ley dicen: ‘Este es inteligente, es un rabino capaz, hace milagros ¡eh!’. Pero no dicen: ‘Somos soberbios, somos suficientes, somos pecadores’.
La incapacidad de reconocerse pecadores nos aleja de la verdadera confesión de Jesucristo. Esta es la diferencia".
Es fácil decir que Jesús es el Señor, pero muy difícil reconocernos pecadores
Es la diferencia que hay entre la humildad del publicano que se reconoce pecador y la soberbia del fariseo que habla bien de sí mismo.
"Esta capacidad de decir que somos pecadores nos abre a la sorpresa del encuentro con Jesucristo, el verdadero encuentro.
También en nuestras parroquias, en nuestras sociedades, también entre las personas consagradas:
¿Cuántas personas son capaces de decir que Jesús es el Señor? ¡Muchas! Pero qué difícil es decir sinceramente: "Soy un pecador, soy una pecadora’.
Es más fácil decirlo de los demás ¿eh? ¡Cuánto se habla! ‘Esto, esto, eso sí…’. Todos somos doctores, es esto, ¿verdad? Pero para llegar a un verdadero encuentro con Jesús es necesaria la doble confesión:
"Tú eres el Hijo de Dios y yo soy un pecador’ pero no en teoría: por esto, por esto, por esto y por esto…".
La gracia de encontrar a Jesús y dejarse encontrar por Él
Pedro, destaca el Papa, después se olvida del estupor del encuentro y reniega de Él: pero como "es humilde, se deja encontrar por el Señor y cuando se cruzan sus miradas, él llora, vuelve a la confesión: ‘Soy un pecador’".
El Papa concluye:
"Que el Señor nos dé la gracia de encontrarlo y de dejarnos encontrar por Él. Que nos dé la gracia, tan bella, de la sorpresa de este encuentro.
Y que nos dé la gracia de tener la doble confesión en nuestra vida: ‘Tú eres Cristo, el Hijo del Dios Vivo, creo en Ti. Y yo soy un pecador, creo en Ti’".