¿Qué significa ‘comer la carne y beber la sangre de Cristo’? ¿Es solo una imagen, un símbolo? ¿O indica algo real? El papa Francisco respondió al rezar el Ángelus el 16 de agosto de 2015 en el Vaticano.
Las respuestas las sacó del Evangelio de Juan, concretamente del discurso de Jesús sobre "el Pan de la Vida, que Él mismo es y que también es el sacramento de la Eucaristía".
Al final de ese discurso, algunos se escandalizan porque Jesús dice: "Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día" (Jn 6, 54).
El estupor de los que escuchan es comprensible; Jesús, de hecho, usa el estilo típico de los profetas para provocar en la gente, y también en nosotros, preguntas, y al final, una decisión.
¿Comerse a Jesús?
Para responder, es necesario intuir qué es lo que sucede en el corazón de Jesús mientras parte el pan para la multitud hambrienta.
Sabiendo que deberá morir en la cruz por nosotros, Jesús se identifica con el pan partido y compartido y eso se convierte para Él en el "signo" del Sacrificio que lo espera.
Este proceso tiene su culmen en la Última Cena, donde el pan y el vino se convierten realmente en Su Cuerpo y en Su Sangre. Es la Eucaristía que Jesús nos deja con un objetivo preciso: que nosotros nos hagamos uno con Él. De hecho dice:
"Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él".
La comunión es la asimilación: comiéndole, nos hacemos como Él. Pero esto exige "nuestro sí", nuestra adhesión de fe.
El memorial, la Misa
A veces, con respecto a la Santa Misa, se escuchan frases como: "¿Para qué sirve la Misa? Yo voy a la Iglesia cuando me apetece, o mejor rezo solo".
Pero la Eucaristía no es una oración privada o una bella experiencia espiritual, no es una simple conmemoración de lo que Jesús ha hecho en la Última Cena.
La Eucaristía es un "memorial", es decir, un gesto que actualiza y hace presente el evento de la muerte y de la resurrección de Jesús: el pan es realmente su Cuerpo donado, el vino es realmente su Sangre derramada.
Lo que comulgar provoca en el cristiano
La Eucaristía es Jesús mismo que se da enteramente a nosotros. Nutrirnos de Él y morar en Él, mediante la comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida en un don a Dios y a los hermanos.
Alimentarnos de este "pan de la Vida" significa entrar en sintonía con el corazón de Cristo, asimilar sus elecciones y sus pensamientos, sus actitudes. Significa entrar en un dinamismo de amor oblativo y convertirnos en personas de paz, de perdón, de reconciliación, de compartir de forma solidaria.
Jesús concluye su discurso con estas palabras: "Quien come este Pan vivirá para siempre" (Jn 6,58).
Sí, vivir en comunión concreta, real con Jesús sobre esta tierra nos hace pasar ya de la muerte a la vida, y así cerramos los ojos a este mundo con la certeza de que en el último día escucharemos la voz de Jesús Resucitado que nos llamará y nos despertaremos para estar siempre con Él y con la gran familia de los santos.
En el Cielo nos espera ya María nuestra Madre. Que Ella nos obtenga la gracia de alimentarnos siempre con la fe de Jesús, Pan de la vida.