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¿Cómo presentarías a la Virgen?

Ignacio Pérez Tormo - publicado el 15/08/15

La maternidad espiritual de María después del Concilio
El Concilio Vaticano II proclamó a María como Madre de la Iglesia. Pese a las votaciones negativas de algunos padres participantes, el tesón de Pablo VI incitó al Concilio a declarar a María como Mater Ecclessiae. La novedad de este título respecto a siglos pasados sugería que se había producido un cambio.

El enfoque antiguo: Los privilegios o prerrogativas de María

Este se produjo, sin contradecir obviamente a la Tradición, y versaba sobre la forma de exponer la maternidad de María sobre nosotros. Hasta entonces el Magisterio de la Iglesia habían partido del principio de que Dios Padre destinó desde la eternidad a María a ser la madre de Cristo para la salvación de los hombres. Pero ¿madre de los hombres? …

En época antigua, se definieron los privilegios o prerrogativas que eran indispensables debía reunir una criatura como María para cumplir con aquella misión: así el ser concebida sin pecado, o la elevación al Cielo. Este antiguo enfoque tiene su culmen en el momento evangélico del “Hágase en mi” de la Virgen, en el que se materializa, se encarna, su maternidad

Aquellos enunciados que nacieron con la Iglesia medieval eran prioritarios y supusieron un esfuerzo necesario.

Un nuevo enfoque: María está en el centro de la Iglesia peregrina

Pero el último Concilio entendió que este enfoque había ya dado sus frutos. Así que ofreció uno nuevo. Esta novedad parte de un principio: María es la mejor y más perfecta discípula de Jesús. De momento, dejamos constancia de este enunciado, para después regresar a él.

Así como el antiguo enfoque tenía su culmen en el momento evangélico del “Hágase en mi” de la Virgen. El nuevo enfoque hace hincapié en el momento de la Cruz. El Catecismo indica que “Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación … Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión: … Allí,… se unió a su sacrificio con corazón de madre que, llena de amor, daba amorosamente su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima que Ella había engendrado”.

El Concilio ofreció una imagen maternal más próxima. El especialista J. L. Bastero en el libro María Madre del Redentor lo explica así “María está en el centro de la Iglesia peregrina, adornada con dones singulares”. Así el enfoque actual es María como la discípula que camina. Pero no va a su aire. Tú y yo caminamos con ella. Es la madre que te acompaña.

Efectivamente, el Concilio adoptó este enfoque en su constitución Gaudium et spes, siendo “la primera vez que un Concilio ecuménico presenta una síntesis tan extensa de la doctrina católica sobre el lugar que María Santísima ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia”.

Esto lo confirmó después el Catecismo de la Iglesia, que ve a María con el mismo enfoque histórico-salvífico que el Concilio. Así señala que María "es verdaderamente la Madre de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza".

Esta es la forma como la Iglesia nos invita a hablar de María a los amigos, y al mundo. Es obvio que como hijos, podemos hablar de nuestra madre en los términos que estime respetuosos. Esta forma no es obligatoria, ¡faltaría más!. Pero sí es la forma eficaz hoy de compartir el mensaje, con la garantía de un Concilio. Así si nos decidimos a poner a María en nuestra vida, por ejemplo, teniendo una imagen en nuestra sala de estar, o en el dormitorio; esta será nuestra forma de decir a los amigos: No caminas solo, María te acompaña.

En síntesis: María es la Madre de Cristo; por ello, lo es de la Iglesia y, en consecuencia, es Madre nuestra. Y es una Madre que nos acompaña, que camina. Y caminar con una madre siempre sugiere que espera al rezagado o levanta al que se cae; y que estaremos rodeados del calor y la caricia, y del olor a vida que crece.

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